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El microrrelato latinoamericano
Librotea
El primero en usar el término «microrrelato» fue el escritor mexicano José Emilio Pacheco en sus Inventarios, de 1977. Sin embargo, el microrrelato latinoamericano, con las características de la buena prosa o una pulida poesía, siempre ha existido.
Una mínima probadita
Hoy en día se les conoce también como “minificción”, “minicuento”, “relato hiperbreve”, “cuento mínimo” y “ficciones súbitas”. Los haikus orientales, los epigramas latinos en las tumbas y las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, son antecedente de este género.
Uno de los primeros pasos para explorar el fantástico mundo de los relatos mínimos es leer las antologías, para tener un crisol de posibilidades. A la vez, son útiles para revisar a varios autores y autoras en un solo ejemplar.
Este género, complejo y divertido, requiere de ingenio pero también de técnica. Existen diversos libros para aprender a pulir los textos hasta que queden redondos y pequeños. Un gran ejemplo es Cómo escribir un microrrelato, de Ana María Shua.
En el ensayo Unidad de impresión, Edgar Allan Poe habla de la totalidad de un cuento y la brevedad que necesita para provocar en el receptor un impacto estético mediante una lectura ininterrumpida. Como él, muchos autores han recurrido a esta posibilidad, siendo en Hispanoamérica donde más se ha trabajado.
Autores como Horacio Quiroga (y su horror brevísimo), Julio Cortázar (con sus inolvidables cronopios y famas) y Jorge Luis Borges (todo precisión) se atrevieron a crear pequeñísimas historias con una alta carga de humor, de transgresión, de misterio.
Tras el boom latinoamericano, escritoras como Luisa Valenzuela y escritores como Raúl Brasca aportaron lo suyo, impulsados por editoriales que vieron en esta propuesta un nicho interesante.
En algunos casos, como el de Eduardo Galeano, la ficción dio paso a la Historia de las Américas, convirtiendo a Memoria del Fuego en un «libro de texto» por demás sencillo, directo y hermoso.
Gracias a la inmediatez de internet, a la facilidad de compartir textos breves en las redes sociales e, incluso, debido a que el tiempo de lectura en línea en la mayoría de las personas se redujo por mucho, vivimos una gran época para relato hiperbreve.
Sin duda, en México el principal exponente es Alberto Chimal, reconocido por explorar el campo de la literatura fantástica con maestría. Con La saga del viajero del tiempo abrió brecha al retomar sus escritos en Twitter, modificados, reducidos, corregidos y disfrutados en conjunto con sus seguidores.
Ana María Shua nació en Buenos Aires en 1951 y ha escrito cuatro libros de minificciones, así como poesía y literatura infantil, lo que la ha llevado a ser publicada en Brasil, España, Italia, Francia, Alemania, Corea y Estados Unidos.
El venezolano Gabriel Jiménez Emán es sin duda una referencia indispensable del género de la microficción, visitando las historias urbanas con imaginación y creatividad.