Con el humor como estandarte, la música en sus venas, un sinfín de libros bajo el brazo y una capacidad de análisis que lo ha llevado a explorar los medios de comunicación, Fernando Rivera Calderón habla aquí de su nuevo libro, El ambiguo testamento, y recomienda libros con historias asombrosas.
Videoentrevista con Fernando Rivera Calderón
Un libro con el todo y la nada
Desde muy joven, Fernando ha sido un lector apasionado. Esa actividad, junto con el arte de la locución, lo llevaron por sus primeros recorridos a través del sonido, de las palabras y de la creación. Comunicólogo de profesión, también ha estudiado filosofía, historia y toda área del saber que lo lleve a comprender el mundo que habita. O, cuando menos, a intentarlo.
Durante más de tres décadas ha laborado como locutor de radio, conductor de televisión, reportero, editor en periódicos y revistas, compositor, multinstrumentista, actor y un escritor que se come la vida a grandes bocados. De esta exploración surge su libro más reciente, El ambiguo testamento.
«Nace más de pulsiones espirituales que literarias. Aborda el origen del todo, del universo que comienza en cada página, con un modelo sobre cómo inició la vida, el cosmos, las estrellas. Desde muy joven tengo la obsesión por la escatología, es decir, el origen y el final de las cosas. Después del terremoto de 2017 en México y de la pandemia mundial, decidí que era redundante hablar del Apocalipsis desde la vivencia personal y me aboqué a explorar su origen», comparte.
Los libros de Rivera Calderón están en activo todo el tiempo, porque desde su creación han estado libres de un final definitivo. «De hecho, El diccionario del caos sigue vivo, pues le voy sumando conceptos. El último capítulo de El ambiguo testamento plasma mi mirada personal, desde la torre que habitaba durante la pandemia, del Apocalipsis que vivimos. Es un cierre emocionante porque explica por qué el arte, la literatura y la música nos salvan».
La música de lo invisible
«El arte de la fuga es mi destino, de la fuga de mí mismo«, reconoce el fundador y editor de publicaciones que han hecho historia, como La Mosca en la pared, Switch, Milenio Semanal, Milenio Diario, La Revista de El Universal y el semanario Eme Equis.
«Mi alma es como una plastilina moldeable, porque siempre trato de comunicar mi versión de la realidad, mi postura política ante el mundo, que es humorística. Voy del comentario duro político hasta el discurso en torno al amor y las emociones privadas en Monocordio y mi poesía. Tiendo a convertir el lugar donde estoy en un escenario. Aspiro a poner un poco de magia en la vida de otras personas, aunque siempre me enfoco en lo invisible, en lo que no se ve pero existe, como la música y el amor.»
Monocordio es, para el periodista, un proyecto de largo aliento y «de fuego lento. Desde que comenzó hace más de 20 años entendí que si jugaba bajo las reglas del mainstream llegaría a la frustración y el abandono de esto que tanto amo. No estoy en la música para ganarme un Grammy, volverme famoso o tener miles de seguidores. Eso no es lo importante».
La poesía y la lectura
«Después de la pandemia renació en mí la alegría que me permite escribir canciones. Tengo un nuevo repertorio como para hacer un par de discos. Estoy en la mecánica de ir sacando canción por canción. Una de ellas es ‘Tóxicos’, que es polémica, porque habrá quien diga que estoy romantizando la toxicidad en las relaciones, pero no es así».
Este año saldrá a la luz una antología poética de su autoría, editada por el Fondo de Cultura Económica, que incluye su poemario Llegamos tarde a todo y un nuevo libro llamado La música del fuego, que le dará nombre a la compilación.
Su pasión por la narrativa comenzó en la infancia, «fue un regalo que me dieron mis padres y las personas que más quiero. Mi papá leía libros conmigo. Eso me abrió la comprensión lectora. Siento tanto amor por los libros que los abrazo, los cuido. Si me muero y me entierran, habría unos con los que sí me gustaría irme al más allá», finaliza.