El protagonista de La flor del rayo se llama Juan Manuel, es escritor y ha ganado el premio Biblioteca Breve, pero no estamos ante un libro de autoficción. Como ya hiciera en el pasado el autor de Trigo limpio, el escritor almeriense parte de la primera persona y de su realidad para poner en marcha a la ficción. En este caso, una que habla de obsesiones, vivir la literatura sin marcar límites y el propio hecho de narrar.
Videoentrevista con Juan Manuel Gil
“Me siento especialmente cómodo escribiendo en primera persona, sobre todo en una actividad a la que le voy a dedicar tanto esfuerzo, pero hay otros factores”, nos explica Gil. “Creo que la primera persona, en los tiempos que corren, conecta muy bien con la manera de mirar del lector. La literatura aporta esa singularidad que no tienen otra oferta de ocio, como el cine o las series, esa mirada única e intransferible. Además, me permite ponerme una especie de máscara que se parece mucho a la mía y ahí hay un juego interesante”.
El Juan Manuel personaje, en este caso, sufre un bloqueo creativo tras ganar el premio Biblioteca Breve y se obsesiona con una casa de su vecindario y su enigmática historia. Esa necesidad de encontrar algo de lo que escribir le va a sumergir en una espiral de obsesión que afecta de manera directa a su vida personal. “Muchas veces se aborda el tema de la literatura y de la ficción desde un punto de vista muy solemne. muy intelectualizado”, apunta Gil. “Como si la literatura, las novelas, pudieran salvarnos de las situaciones complicadas de la vida. Pero lo cierto es que te lo puede hacer más llevadero, más entretenido, te puede consolar, pero en ningún momento te va a solucionar el problema ni va a tomar las decisiones por ti”.
Con ese punto de partida, Juan Manuel Gil construye una aproximación, explica, “a la literatura que verdaderamente me gusta, que es aquella literatura que forma el núcleo de una vida, pero sabiendo qué es lo que te aporta. Me pareció muy interesante un escritor que decide colocar a la literatura en el centro de la vida para darnos cuenta de qué consecuencias puede tener. En el caso de mi narrador, lo lleva hacia un precipicio porque ve la vida con los ojos de la literatura, ha confundido los planos. Es algo quijotesco. Todos en nuestro dolor, en nuestros miedos, tenemos la necesidad de refugiarnos en algún lugar donde tengamos la sensación de que la vida es más llevadera. Él encuentra su madriguera en la literatura y no quiere salir de ahí, porque entiende que fuera él no gobierna nada”.
La flor del rayo es también, y aunque todo lo anterior parezca contradecirlo, una novela con mucho humor. “Tiene algo balsámico, te permite dar el siguiente paso que te permite al menos dar el siguiente paso. En la literatura, es un instrumento afiladísimo que te permite acceder a cotas de profundidad, de dolor y de miedo que, sin el humor, son inalcanzables. Todo lo que nos da miedo nos provoca de una manera instintiva cierto rechazo. Nuestra tradición literaria nos ha enseñado cómo afrontar ese miedo a través del sentido del humor. No simplemente para provocar la carcajada, sino para ofrecerte un escudo con el que aproximarse al corazón del miedo. Creo que en todo el libro, un escritor deposita como mínimo un gran miedo, consciente o inconsciente”.