Fue uno de los grandes pensadores del siglo XX. Una figura relevante de su tiempo y cuya influencia hoy perdura. Sin embargo, y pese a sus orígenes españoles, George Santayana no es todavía un filósofo especialmente conocido en España. Subsanar ese error es el propósito de Una antología del espíritu, el volúmen con el que la Fundación Santander pone de relevancia la figura de Santayana. Hablamos con el filósofo y especialista en su obra Antonio Lastra, que nos recomienda libros para descubrir a un gigante del pensamiento.
Video: entrevista y libros recomendados con Antonio Lasta.
Una antología del espíritu es una puerta de entrada al pensamiento. Lastra nos explica que hay varias razones por las que acercarse a él. “Una es por placer, porque Santayana escribía muy bien y ahí un placer de la lectura, como lo había en la escritura”, explica. “Santayana siempre admitió que el hecho físico de escribir le causaba placer. Yo creo que eso cuando un lector se acerca, se transmite, Leer a Santayana es un ejercicio de embrujamiento”.
Pero hay más motivos. “En el fondo hay muy pocas personas que lean filosofía. Eso no es grave en sí mismo, pero lo más grave de que haya pocos lectores de filosofía es que haya muy poca gente que piense. Ahí está la gravedad del asunto, porque el primer argumento es de placer, pero es un tipo de placer que requiere cierta inteligencia. Yo creo que acercarse a este libro tiene que ver con el hecho de que lo necesitamos. Lo necesitamos por muchas cosas, porque Santayana forma parte de una tradición de filosofía muy antigua que hace de la filosofía un ejercicio terapéutico, sanador, regenerador”.
La biografía de Santayana es de por sí fascinante. Nacido en España, creció en EE UU, donde fue profesor en Harvard y lo dejó todo para ser libre. “Es un ejemplo de un superviviente del siglo XX, que es un siglo que felizmente hemos dejado atrás”, explica Lastra. “Fue un siglo brutal y despiadado. Santayana quiso sobrevivir a eso y precisamente es lo que nosotros hemos llamado con su término el espíritu. Era un materialista convencido, ateo y no especialmente religioso, pero comprendía que hay una cosa que se llama espíritu, que se eleva sobre cualquier circunstancia. Es alguien que nos recuerda que no podemos vivir permanentemente en un estado de excepción, ahogados, asfixiados, sofocados, sino que hay una posibilidad que él llamó el espíritu, que nos permite vivir”.
Santayana, cuenta Lastra, “no quiso estar atado a nada materialmente, pero tenía un finísimo sentido de la lealtad, de algunas cosas a las que no podía traicionar o no podía abandonar. Pero esas cosas no eran las que nosotros pensamos: el dinero, una casa, posesiones, herencia, prestigio, poder… No, tenían que ver con cuestiones íntimas y hacían de él una persona extremadamente discreta”.