Belén, la protagonista de Sangre de horchata, tiene 16 años y crece en el seno de una familia tan acomodada como extraña. Las relaciones con su madre ausente, con su padre enfermo y con un personaje que intenta suplir a la figura paterna son algunas de las claves del regreso de Luisa Castro a la novela. Poeta, columnista y directora del Instituto Cervantes en Dublín, la autora gallega nos habla de su nueva obra y de los libros que te cambian para siempre.
Video: entrevista con Luisa Castro
En el origen de Sangre de horchata, cuenta Luisa Castro, hay una relación. “Yo quería contar la relación entre una niña joven con un amigo de su padre con el que ella tiene una relación ambigua porque este amigo representa un poco al sucesor del padre. Esta relación determina el estadio de juventud de esa joven, antes de llegar a la vida adulta. Ahí empezó a desenvolverse la historia por sí misma”.
Con Belén asistimos a un supuesto despertar a la vida entre la incomprensión de diversos códigos y unas relaciones familiares marcadas por el silencio. “Se da la circunstancia de que el padre es heredero de una tradición familiar”, relata Castro. “Hay un contacto con cierta sociedad burguesa catalana, con un tipo de educación esmerada que tiene también un pie puesto en el pasado, y en cuya educación es central contar lo menos posible a los hijos. Eso lo quería poner en colisión con el momento actual, con una chica de hoy en día”.
Del contraste generacional, cuenta Luisa Castro, surge un humor inesperado. “Es algo que no yo no tenía previsto. De hecho, el primer párrafo de la novela parece que plantea un drama. Pero apareció el propio personaje, se volvió complejo y, durante la lectura de la novela, nos damos cuenta de que la que escribe no es tan niña, que quizás tiene ya veintitantos años y que reescribe un diario. Tiene algo como de opereta, como de farsa. De comedia de enredo, a veces. Quería profundizar en una relación desigual, de alguien joven, sin herramientas todavía para la vida y que busca sobre todo el amor, el afecto”.
Así, Sangre de horchata se convierte “en una reflexión desde el presente de un pasado que ahora a ella le da ternura, risa y espanto”. “Joyce decía en el Ulises que las obras de arte se miden por el nivel de profundidad de vida desde el que están escritas”, relata Castro. “En este caso, yo no dejó de ser una mujer de 56 años con unas experiencias en la vida, unas lecturas y un bagaje desde el que escribo. Emerge esa comicidad porque, de algún modo, te la da la vida y la imprimes en ese personaje, que en el fondo eres tú. Eres esa joven que está abriéndose camino en un mundo cuyos códigos no conoce. El humor es esencial en un recorrido de escritor. Una manera de escribir sin ironía, sin humor, ya no te la crees”.