Padura: “Soy escritor porque no pude ser jugador de béisbol”

Entrevista a Leonardo Padura

Padura: “Soy escritor porque no pude ser jugador de béisbol”

Por PAULA CORROTO.Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha regresado con La transparencia del tiempo, novela en la que vuelve a dar rienda suelta al expolicía Mario Conde, esta vez inmerso en la búsqueda de una talla románica de una Virgen negra y en pleno conflicto con traficantes de arte. Padura, que fue premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, ha sido uno de los escritores que más ha renovado el género policiaco en los últimos años. Por eso, y aprovechando su paso por España donde se ha sometido a una agotadora gira mediática, desde Librotea le hemos pedido un listado con sus novelas negras favoritas y además le hemos sometido a nuestro test de lector. Y ha sido realmente amable. Estos son sus libros y respuestas: ¿Cuál fue el primer libro que leyó?Recuerdo el primer libro que me removió de pies a cabeza: El Conde de Montecristo. Yo tenía 13-14 años y fue una de las conmociones más bellas que he sentido en mi vida antes de Lucía [su mujer].¿Fue esa lectura la que le llevó a escribir?No, a mí me lleva a escribir la lectura, pero en general, no de ese libro en concreto.¿Si no hubiera sido escritor qué habría sido?Jugador de béisbol. Soy escritor porque no pude ser jugador. Y Cuba no se puede imaginar sin jugadores de béisbol.¿Qué novela reciente recomendaría a los lectores?Voy a recomendar a un escritor que me ha resultado muy inquietante y que había demorado en empezar a leer… simplemente porque aún no lo había leído: Michel Houllebecq. Me resulta un escritor realmente inquietante.¿Cuáles son sus novelas negras favoritas?La llave de cristal, de Dashiell Hammett El largo adiós, de Raymond Chandler El nombre de la rosa, de Umberto Eco El gran arte, de Rubem Fonseca La piedra lunar, de Wilkie Collins  Asesinato en el Comité Central, de Manuel Vázquez Montalbán Nuestro hombre en La Habana, de Grahan Greene Los chicos del coro, de Joseph Wambaugh  Asesinos sin rostro, de Henning MankellEl espía que surgió del frío, de John Le Carré

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