Autora de Nadie nos vio partir, una novela de autoficción sobre su secuestro a los cinco años de edad por parte de su padre, también es integrante del colectivo de escritoras Hijas de la Pandemia. Es Tamara Trottner, y los libros que deberían leer quienes escriben la han acompañado al narrar sus propias historias.
El arte de desnudarse para la autoficción
Tamara Trottner llevaba esta novela de autoficción dentro de sí desde hace muchos años. Basada en hechos reales, narra lo vivido a partir del secuestro suyo y de su hermano por parte de su padre, cuando estaba cumpliendo cinco años de edad.
«Yo creo que desde esa edad me burbujeaba la historia. El deseo por ser escritora siempre lo he tenido, pues desde pequeña me comunicaba escribiendo», explica.
La autora volvió con su madre a los siete años. «Me di cuenta de que no tenía los 360 grados de verdades y después de escuchar la de mi papá, pensé que cada uno tiene su propia opinión, su motivación. Cuando entendí que las razones de todos los personajes son válidas, decidí contar una historia sin juicio que no fuera maniquea«, explica.
«Tenía la opción de investigar, ir a la hemeroteca, revisar lo que salió en su momento en periódicos o escuchar a la niña que lo vivió, sumergirme en mis recuerdos, no solo los que tenía a los cinco años, sino lo que escuché posteriormente. Me fui por el segundo camino: es una novela que sale de mi entraña y no acude a las opiniones de los demás. Por suerte nadie se enojó, y eso es algo bueno, porque todas las personas que salen son de la vida real, y hasta ahora no ha habido reclamos.»
Tamara conocía a Ramón Córdoba, quien fuera uno de los editores más talentosos en México, y cuando leyó su novela, se la regresó. «Me dijo que no servía de nada porque no me estaba desnudando, y eso es necesario al narrar una historia así. Decidí hacerlo. Tomar la decisión requiere de valor, así como entender que mi mamá, mi papá, mi hermano, son personas que me quieren, que entienden la situación, que lo vivieron y acaban aplaudiendo el libro».
Hijas de la Pandemia
El primer libro que le impactó fue Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell: «A los nueve años enloquecí con él y le pedí más libros a mi mamá. Me volví una lectora voraz. Creo que todo escritor tiene que ser lector de los clásicos, de lo nuevo, de todos los géneros, porque eso te da una voz propia, válida y correcta», señala la también autora del libro de cuentos Un último pedazo de bruma y la novela Siempre las jacarandas.
Reflexionando sobre el mes de la mujer, Trottner comparte que actualmente «la mujer en la literatura tiene un lugar muy importante. Debemos olvidarnos del ‘pobrecitas de nosotras’ porque no podemos publicar o no nos toman en cuenta, porque ya no es así. Queda claro que debemos seguir luchando, porque es un camino que hay que seguir abriendo. Yo le agradezco a las escritoras de antes, como Rosario Castellanos, Virginia Woolf, Sylvia Plath, porque ellas sí abrieron camino con pico y machete. Yo ya estoy en un lugar más certero y amable».
La escritora forma parte de un grupo de mujeres mexicanas, todas escritoras y promotoras de la literatura, que se llama Hijas de la Pandemia. Nació en los tiempos del Covid, cuando ella acababa de publicar su novela y no sabía cómo promoverla. «Comenzamos a enlazarnos por Zoom y nos fuimos consolidando. Tenemos diferentes edades, escribimos diversos géneros, estamos en distintas ciudades y todas nos apoyamos mutuamente. Hemos tenido mesas de diálogo en la FIL de Guadalajara, en Monterrey, en Coyoacán… es una manera increíble de decir que nos podemos impulsar y crear cosas juntas, a pesar de que las novelas siempre buscan la voz individual».