Con esta novela, Álvaro Enrigue ganó el Premio Herralde y es una suerte de altar neobarroco. Tienes personajes como Caravaggio y Francisco de Quevedo compitiendo en un partido de tenis y toda una alusión a la cultura occidental que se está midiendo, en donde entra también la presencia de América, la Conquista, y toda la posterior civilización. Tratar de resumir la historia es complejo, pero me parece que Álvaro es un gran representante de la literatura mexicana que se hace un nicho y establece, a la vez, un rompimiento del canon.
Está detrás de mis Violetas son flores del deseo, estas muñecas sexuales que me impusieron una escritura muy transgresora porque están vinculadas con temas álgidos, como lo son los objetos sexuales, la pederastia, el incesto. En estos tiempos en los que se impone una agenda de derechos humanos, pero también puritana, es complicado escribir así. Sin embargo, he tocado estos temas y esa deuda espero que esté saldada con ese relato que se llama Las Hortensias.
Es una suerte de novela o colección de cuentos que se van hilando, como en Crónicas marcianas, pero éste no es un libro de ciencia ficción sino un texto increíblemente conmovedor. La relación que se da entre los amigos. En una escena, un hombre va a viajar y ya no se va a ver con su amigo más querido. Por eso, le pregunta al otro cuál es el color de sus ojos, si lo recuerda, y a pesar de que se quieren mucho, el otro no es capaz de recordar el color de sus ojos. La cotidianidad te hace dejar de ver incluso aquello que amas. Me parece de gran calidad humana, muy propio de Ray Bradbury. Es un escritorazo.
Marguerite Yourcenar llegó a mi vida muy joven. Este libro del afamado emperador romano, contado desde su vejez, significó una realidad completamente ajena para mí, a los 22 años. De pronto comencé a sentir la pesadez del cuerpo, porque hay una maravillosa forma de irte develando el cuerpo del propio emperador. También esa voz travestida, la de Yourcenar, convertida en narradora y a la vez en narrador, que es el propio Adriano. Al final vienen los cuadernos de notas de cómo escribió, y ahí dice que hay libros que no hay que empezar a escribir antes de los 40 años. Esos tiempos de maduración de la escritura me parecen un concepto valioso, porque la urgencia de nuestros días de publicar y publicar, no siempre es lo mejor. Como todo en la vida que vale la pena, hay que dejar madurar a los libros.
Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, porque estuvo detrás de la confección de mi primera novela, Los deseos y su sombra. Yo no tenía historia. Leí esta novela y el personaje que es el pueblo que se convierte en narrador de la historia para contra la traición que se da, de pronto me hizo girar la cabeza y pensar en un personaje que fuera fantástico y a la vez diera saltos a la realidad. Así surgió mi personaje, que desea desaparecer y se le cumple el deseo, volviéndose invisible en la Ciudad de México. Es una novela a la que le debo mucho.
Cuando tenía 18 años, Las olas me marcó por su capacidad de hacer tal flujo de consciencia de una a otra instancia de personaje, justo como un oleaje, y me pareció sublime, extraordinario que la literatura pudiera logar un trabajo de penetración psicológica de esa manera. Nunca había visto algo así. Por esa novela quise ser escritora.
Lo que opina Ana Clavel