Rubén Pozo

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Lo que opina Rubén Pozo

  • Rubén Pozo

    Me apasiona todo lo autobiográfico de Umbral. Me apasiona Umbral. Aunque no lo he leído todo, eh. Ni de lejos. Pero todos esos libros que tiene sobre el niño, adolescente, joven o maduro escritor me calan hasta los huesos sin ser yo escritor. Da igual. Vuelvo a lo mismo. A mí escríbeme increíble y yo te leeré volando. Conecto con Paco, si se me permite la confianza. Las ninfas, El Giocondo, La noche que llegué al Café Gijón, Las vírgenes, etcétera. A esas me refiero. Mortal y Rosa es un libro que no me atrevo a leerme otra vez. He optado por este “Retrato de un joven malvado” porque lo releí hace poco y me volvió a encantar. Ese Madrid de mitad del siglo XX. Esas pensiones que olían a sopa. Las vicisitudes del joven venido de provincias que quiere cincelar su nombre en la misma roca que los grandes de la literatura. Lo cotidiano, los sueños, la realidad de un país en blanco y negro... Me da igual que para el gran público, en el mejor de los casos, Umbral solo sea ese tío del que reírse porque se fue de un programa de televisión en directo al grito de ‘¡Yo he venido aquí a hablar de mi libro!’. Peor para ellos.

    Rubén Pozo sobre Retrato De Un Joven Malvado
  • Rubén Pozo

    Sus poesías son como relojes antiguos perfectamente sincronizados. Prodigios de engranajes que dan la hora emocional exacta. Tú ves las ruecas, los pequeños muelles. Escuchas el tic-tac cadencioso. Ves el segundero moviéndose a ritmo constante y preciso. Y a los sesenta segundos es un minuto y a los sesenta minutos es una hora y a las veinticuatro horas ha pasado un día y de repente esas poesías te dan la sensación de estar bailando al compás de los planetas y las galaxias del universo. Siguen su mismo paso riguroso y ancestral. Vale, me he flipado un poco, pero joder, qué maestría la de Gustavo. Ahí se ha peleado con sangre hasta la última coma. Su poesía es una ciencia exacta... pero inaprensible. Puedes diseccionarla pero no estarás más que trasteando entre vísceras, órganos fríos y carne muerta como un forense haciendo una autopsia. Y sus versos están vivos. Respiran, corren, lloran, desesperan o se ríen. Es inútil aprenderse el truco, aunque te lo sepas siempre que se represente delante de ti quedarás sorprendido y maravillado como la primera vez. POETA en mayúsculas, romántico y no conoció su propia gloria.

    Rubén Pozo sobre Libro De Los Gorriones
  • Rubén Pozo

    Me dan igual las borracheras, los polvos, las peleas, los intentos de suicidio, la miseria, las resacas, los trabajos embrutecedores, las carreras de caballos y los bajos fondos de Los Ángeles en el siglo XX. Hank escribe y yo no puedo dejar de leer. Tiene ese preciado don. Su prosa es automática. Su poesía también. También es automática y también es prosa. Toda la poesía ‘moderna’ actual es Bukowski. Por lo menos en su forma. Creo que este autor fue un hombre libre. Escribió su verdad independientemente de que a ti te parezca inmoral, poco ético o, incluso, ilegal. Fuera caretas y postureos. El arte debe ser libre, al igual que tu libertad de acercarte, o no, a ese arte. Pero más allá de los escenarios y vivencias de Bukowski –o de Hank Chinaski, su alter-ego– hay un ESCRITOR que ejerce como tal. Me alegro de que el tiempo le haya dado la razón y de que haya podido ver, mientras aún estaba vivo, cómo iba creciendo su gloria. He elegido Cartero porque es su primera novela, pero podría haberme decantado por cualquiera de las suyas con los ojos cerrados. Todas funcionan. Y ahí queda esa cita suya al principio del libro: ‘Esta es una obra de ficción y no se dedica a nadie’, a partir de ahí hasta la última página sus palabras entran tan naturalmente como respirar aire.

    Rubén Pozo sobre Cartero
  • Rubén Pozo

    Lo leí en plena adolescencia, así que imagínate. Llego a mis manos a través del ‘este es el libro que llevaba en el bolsillo el asesino de John Lennon cuando lo mató’. La conexión con Holden Caulfield, el protagonista y narrador, fue absoluta. Yo no sé qué tiene esa narración para atrapar tanto. Creo que, al margen de la historia que cuenta, está el cómo lo cuenta. Está perfectamente escrito y lo puede entender cualquiera. Esto último lo valoro muchísimo. Yo no quiero un libro de texto aburrido que, además de llamarme tonto, me lo tenga que estudiar por mi bien. Yo no quiero pensar en cultura, en que estoy aprendiendo algo o en que va a ser bueno para mi intelecto. Yo quiero un libro que me haga volar. Que me abduzca y no pueda dejar de leer. Sin más. Me habré terminado El guardián entre el centeno unas siete veces. Y siempre ha sido igual: lo cojo como por casualidad de la estantería, miro la portada y me acuerdo de la primera vez que lo leí. Lo abro y localizo el primer párrafo. Entonces ya no puedo parar. Tengo que seguir y seguir hasta el final. Como un resorte.

    Rubén Pozo sobre El Guardián Entre El Centeno
  • Rubén Pozo

    No es el primer libro que me ‘hipnotizó’ pero sé es el primero del que me acuerdo de mi etapa preadolescente. Antes estuvo la colección ‘Barco de Vapor’ de color naranja: Terror en Winnipeg, Asesinato en el Canadian Express, Fray Perico y su borrico y así. Pero lo del Hobbit lo recordaré para siempre. Creía fuertemente en dragones y tardó un tiempo la realidad en ponerme en mi sitio con cajas destempladas. El Hobbit es un cuento maravilloso. Un mundo fantástico con personajes fantásticos. Me atrapó por completo cuando aún era niño. Recuerdo que me ponía música de Jethro Tull cuando lo leía –ventajas de haber tenido un padre con una generosa colección de discos en un tiempo en que no existía internet– y ahora cuando los escucho no puedo evitar cierta nostalgia de la Tierra Media, La Comarca, Bilbo y compañía. También leí El Señor de los Anillos, pero terminé esa trilogía por cabezota y, aprovechando que ahora no nos escucha nadie, diré que me parece un verdadero tostón. El Hobbit, para mí, es la gran obra de Tolkien.

    Rubén Pozo sobre El Hobbit

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