
Especial El nuevo gótico latinoamericano en la literatura
Conocido como "nuevo gótico latinoamericano", se caracteriza por la exploración de lo macabro, lo sobrenatural y lo oscuro, contextualizado en escenarios latinoamericanos, ofreciendo una visión única y enriquecedora del género.
Los inicios
Aunque el gótico tiene raíces profundas en la literatura europea, en América Latina se ha adaptado y transformado, incorporando las realidades sociopolíticas y culturales de la región. Autores como Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga fueron pioneros en la incorporación de elementos góticos en sus obras, estableciendo las bases para una tradición literaria que, con el tiempo, evolucionaría hacia el nuevo gótico latinoamericano.
Leopoldo Lugones, uno de los pioneros del modernismo latinoamericano, fue clave en la introducción de lo gótico en la literatura de la región. Su obra Las montañas del oro (1897) contiene relatos que exploran lo sobrenatural y lo macabro, marcando una transición hacia una literatura más sombría y evocadora.
También en el siglo XIX, obras como La estatua de bronce (1854) y Confesión auténtica de un ahorcado resucitado (1861), de Juan Vicente Camacho, y relatos de Julio Calcaño como "La leyenda del monje" (1866) unieron la influencia de textos góticos europeos y estadunidenses, así como temas ocultistas en boga.
Ya en el siglo XX, Horacio Quiroga, conocido por su fascinación con la muerte y el terror, escribió relatos como los incluidos en Cuentos de la selva (1918), que fusionan el horror psicológico con los elementos de la naturaleza selvática de Misiones, creando un escenario propenso al terror gótico.
Otro antecedente clave es La amortajada (1938), de María Luisa Bombal, que influyó en la narrativa de Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo, precursor del realismo mágico. También destacan los cuentos macabros y eróticos de Armonía Somers y La mansión de Araucaíma (1973), de Álvaro Mutis, que adapta el gótico inglés a un entorno tropical, renovando el género en la región.
La literatura de lo extraño
La popularidad del nuevo gótico latinoamericano refleja una tendencia contemporánea hacia la exploración de temas oscuros y complejos en la literatura. Este enfoque permite a las autoras y a los autores abordar cuestiones sociales, políticas y culturales de manera profunda y provocadora. Se espera que el género continúe evolucionando, incorporando nuevas voces y perspectivas, y que siga siendo un espacio para la reflexión y la crítica social.
Esta evolución se ha visto marcada por un enfoque contemporáneo que trasciende los temas del horror y lo sobrenatural para abordar cuestiones como la violencia, la pobreza, el trauma histórico y las desigualdades sociales. Las nuevas exponentes del gótico latinoamericano no solo se han apropiado de las convenciones del género clásico, sino que también han desarrollado un estilo único que refleja la complejidad de las experiencias humanas en el contexto latinoamericano.
A partir de estos trabajos se ha comenzado a hablar de la "literatura de lo extraño" y de lo "fantástico cotidiano", corrientes literarias contemporáneas que se caracterizan por integrar lo extraordinario dentro de lo ordinario, de manera que los personajes no reaccionan con asombro ni sorpresa ante eventos sobrenaturales o inexplicables.
A diferencia del realismo mágico, donde lo mágico se presenta como una parte intrínseca de la realidad, esta corriente destaca por su enfoque en el impacto sutil y naturalizado de lo extraño en la vida cotidiana. La obra no busca generar el asombro o la maravilla que caracteriza al realismo mágico, sino que presenta el fantástico como algo normal, casi desapercibido, que se cuela en el día a día. Este enfoque permite a los autores abordar temas modernos y urbanos con una mirada que juega con las fronteras entre lo real y lo irreal, desdibujando la percepción convencional de la realidad y reflejando las inquietudes del mundo contemporáneo.
El nuevo gótico latinoamericano en la literatura
Una de las voces más destacadas del gótico latinoamericano es Mariana Enriquez, autora argentina cuyas obras se han convertido en esenciales para entender la transformación del género en la región. Su libro Las cosas que perdimos en el fuego (2016) es un claro ejemplo de su capacidad para fusionar lo macabro y lo cotidiano, explorando el sufrimiento y la violencia en la sociedad argentina a través de relatos que transitan entre lo real y lo sobrenatural. Enriquez emplea la violencia, la muerte y lo grotesco no solo como elementos narrativos, sino también como metáforas de las tensiones sociales y políticas del país, creando un tipo de horror donde las fronteras entre lo humano y lo monstruoso se desdibujan, con personajes que viven en los márgenes, rodeados por la pobreza, la desesperación y, sobre todo, el miedo a un futuro incierto.
Samanta Schweblin, otra autora argentina de renombre, también ha dejado su huella en el gótico latinoamericano, aunque su estilo es algo más sutil y psicológico. Su novela Distancia de rescate (2015), que ha sido comparada con el mejor suspense psicológico, refleja una atmósfera inquietante, donde lo inexplicable y lo extraño se mezclan con la cotidianidad de un mundo que parece desmoronarse. El gótico en Schweblin se construye a partir de las tensiones internas de sus personajes y de la creciente sensación de que el entorno que habitan es, en muchos sentidos, una trampa mortal. Aunque su enfoque es más psicológico que explícitamente sobrenatural, sus obras exploran una oscuridad existencial que es característica de la literatura gótica moderna.
Por otro lado, Mónica Ojeda, una escritora ecuatoriana, ha sido una de las más notorias exponentes del "gótico andino", un subgénero que mezcla las influencias del gótico clásico con las tradiciones y mitologías propias de la región andina. Su novela Mandíbula (2018) es un ejemplo claro de cómo el gótico puede fusionarse con la cultura y el paisaje de los Andes, creando una atmósfera única de horror psicológico. Ojeda utiliza el cuerpo, la violencia y el miedo como elementos centrales de su narrativa, explorando las fronteras entre la juventud, la locura y la muerte. En Mandíbula, las mujeres y los cuerpos se convierten en los centros del horror, desafiando los convencionalismos del género y, al mismo tiempo, abriendo un espacio para una reflexión más profunda sobre las tensiones sociales y culturales de la sociedad ecuatoriana contemporánea.
En el contexto andino, el horror no solo proviene de los elementos sobrenaturales, sino también de las tensiones entre las culturas indígenas y las coloniales, y de la representación de las montañas, los valles y las selvas como escenarios donde se manifiestan las fuerzas oscuras de la naturaleza y la historia. Además de Mónica Ojeda, autores como el peruano Enrique Congrains, a través de su novela Los ríos profundos (1958), han comenzado a delinear un gótico andino, aunque de manera indirecta, al retratar el mundo indígena y rural de los Andes con un tono sombrío y opresivo, donde el paisaje se convierte en un personaje más.
Este gótico andino también se nutre de las leyendas y mitologías que han perdurado a lo largo de los siglos en la región, como los mitos de los apus (espíritus de la montaña), los huacas (lugares sagrados) y los mitos de la muerte y el más allá. Autores actuales como el peruano Carlos Calderón Fajardo y la boliviana Giovanna Rivero continúa alimentando esta vertiente del gótico.
El gótico latinoamericano y andino, en su renovada forma, refleja un continente complejo, marcado por las huellas de su historia, la violencia estructural y las luchas por la identidad. A medida que las autoras continúan explorando estos territorios literarios, podemos esperar una evolución hacia formas cada vez más diversas y personalizadas del género.
Este nuevo gótico sigue siendo un medio poderoso para abordar las inquietudes contemporáneas, mientras mantiene su capacidad de asombrar y perturbar a los lectores, reflejando las oscuridades del alma humana y las de un continente en constante transformación.