
Especial La censura literaria en la Latinoamérica del Siglo XXI
En plena era de la información, donde el acceso a los libros parece ilimitado gracias a lo digital, la censura literaria persiste en la Latinoamérica del Siglo XXI como un fenómeno incómodo y paradójico. Lejos de ser un relicto de regímenes autoritarios del pasado, la prohibición de obras —ya sea por motivos políticos, morales o ideológicos— se reinventa bajo nuevas formas, desde vetos institucionales hasta presiones sociales y algoritmos de plataformas digitales.
De la Colonia a las dictaduras del siglo XX
América Latina, con su historia marcada por dictaduras y luchas por la democracia, enfrenta hoy desafíos únicos: mientras algunos países celebran avances en libertad creativa, otros repiten patrones de silenciamiento. ¿ Cómo es que la censura literaria del Siglo XXI, con sus matices globales y locales, impacta no solo el mercado editorial latinoamericano, sino también la construcción de sociedades críticas y plurales?
La censura en América Latina no es un fenómeno nuevo. Desde la llegada de los colonizadores españoles y portugueses, el control sobre las ideas fue una herramienta de dominación. La Inquisición prohibió obras consideradas heréticas, desde textos indígenas hasta filosofías ilustradas que cuestionaban el orden monárquico. En el siglo XIX, aunque las independencias prometieron libertades, las élites criollas mantuvieron mecanismos para suprimir voces disidentes, especialmente aquellas que cuestionaban la esclavitud, el clericalismo o las estructuras de poder.
El siglo XX profundizó esta tradición represiva. Las dictaduras militares en Argentina, Chile, Brasil y Uruguay (por nombrar algunas) quemaron libros, persiguieron editoriales independientes y encarcelaron a escritores. Obras como El fiord, de Osvaldo Lamborghini (Argentina), o El obsceno pájaro de la noche, de José Donoso (Chile), fueron vetadas por explorar temas sexuales o políticos incómodos. Estos regímenes entendieron que la literatura, al igual que el arte, podía ser un arma de resistencia.
El siglo XXI: censura sutil y viejos autoritarismos
Hoy, la censura rara vez adopta la forma espectacular de hogueras públicas. En su lugar, opera mediante leyes ambiguas, presiones económicas a editoriales, campañas de desprestigio en redes sociales o incluso la autocensura por miedo a represalias. En América Latina, este fenómeno se manifiesta de manera heterogénea. Aquí algunos casos, documentados por PEN International:
Cuba: La poeta y activista cubana María Cristina Garrido Rodríguez cumple actualmente una condena de siete años de prisión, impuesta el 10 de marzo de 2022 bajo cargos de "desorden público", "desacato" y "resistencia", tras ser arrestada junto a su hermana Angélica Garrido el 12 de julio de 2021 por participar en protestas pacíficas, usando la palabra.
Argentina: En 2024, la escritora y docente María Sol Fantin enfrentó intentos de censura contra su libro Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia (Paidós, 2022), una obra autobiográfica donde relata el abuso sexual que sufrió en su adolescencia por parte de un profesor. El 17 de noviembre de ese año, la vicepresidenta argentina Virginia Villarruel atacó el libro en redes sociales, acusándolo de "glorificar la pedofilia" y "sexualizar a la infancia".
México: 19 años después de que la escritora y periodista Lydia Cacho fuera torturada por revelar redes de pederastia en su libro Los demonios del edén, sus agresores siguen sin castigo efectivo. Cacho permanece en el exilio.
Venezuela: Bajo el chavismo, editoriales críticas han cerrado por falta de papel —un recurso controlado por el Estado—, mientras que textos oficialistas inundan las escuelas. La novela Patria o muerte, de Alberto Barrera Tyszka, una crítica al régimen, solo se consigue en formato digital o en el extranjero.
Incluso en democracias consolidadas persisten debates sobre límites a la expresión. Recordamos que en el Siglo XX, Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, trascendió su condición de libro para convertirse en un símbolo de lucha. Su influencia en la formación política de generaciones explica por qué las dictaduras del Cono Sur lo censuraron con saña en los años setenta: quemaron ejemplares, lo vetaron en bibliotecas y lo persiguieron como si fuera un arma. Hoy, en un nuevo siglo, su vigencia revela el fracaso último de la censura: las ideas que intentan silenciarse suelen resonar con más fuerza.
En América Latina, lo digital ha sido clave para eludir censuras. Editoriales independientes como Editorial Madreselva (Argentina) o Elefanta (México) usan formatos electrónicos para distribuir obras críticas. Sin embargo, la brecha tecnológica limita su alcance, y gobiernos como el de Nicaragua han bloqueado sitios web de medios y escritores opositores.
La censura literaria en el siglo XXI ya no usa uniformes militares, pero sigue mutando. En América Latina, donde la memoria de las dictaduras aún duele, la defensa de la libertad de expresión requiere vigilancia constante. Los Estados deben equilibrar la protección de minorías con el respeto al disenso, mientras que la sociedad civil —lectores, escritores, editores— debe resistir la tentación de simplificar debates complejos.
Como dijo el uruguayo Eduardo Galeano: "La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. ¿Entonces para qué sirve? Para eso: para caminar". Leer, publicar y cuestionar son pasos esenciales en esa marcha.