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Repensar el feminismo: del #MeToo a las "anti-influencers" en libros

Especial Repensar el feminismo: del #MeToo a las "anti-influencers" en libros

Nina Schleich Américas /

El feminismo ha encontrado en el mundo editorial un aliado fundamental para su difusión y evolución. Desde el surgimiento del movimiento #MeToo, que sacudió las estructuras de poder y visibilizó el acoso sexual, las librerías se han llenado de títulos que abordan la desigualdad de género, el empoderamiento femenino y las nuevas masculinidades, aunque hay detractores que van en contra de la igualdad de género.

Feminismo, ayer y hoy

El feminismo y la literatura han mantenido una relación simbiótica desde hace siglos, donde las palabras han servido tanto como armas de denuncia como de construcción de identidad. 

Ya en el siglo XV, Christine de Pizan desafió la misoginia medieval con La ciudad de las damas, sentando un precedente de resistencia intelectual. Las escritoras del siglo XIX, como Mary Wollstonecraft con Vindicación de los derechos de la mujer o las hermanas Brontë a través de sus heroínas subversivas, usaron la literatura para cuestionar el rol femenino en sociedades patriarcales. En el siglo XX, autoras como Virginia Woolf, Simone de Beauvoir y Betty Friedan transformaron el ensayo y la ficción en herramientas de análisis político, sentando las bases teóricas del feminismo moderno. 

Hoy, esa tradición continúa, pero en un escenario globalizado donde las voces se multiplican —y a veces se enfrentan— en busca de un feminismo más diverso e inclusivo. La literatura sigue siendo, como siempre, un espejo crítico y un campo de batalla.

Autoras como Chimamanda Ngozi Adichie, Rebecca Solnit o Virginie Despentes han logrado llevar el discurso feminista más allá de los círculos académicos, democratizando ideas que antes parecían reservadas para unos pocos. Las editoriales, conscientes del potencial comercial y transformador de estos temas, han amplificado voces que desafían el statu quo, publicando desde ensayos combativos hasta ficciones que replantean los roles tradicionales.

Sin embargo, este auge también ha generado una saturación discursiva. El feminismo se ha convertido en una etiqueta marketinera, utilizada para vender desde libros de autoayuda hasta novelas románticas con un barniz de empoderamiento. Algunas autoras han sido criticadas por simplificar mensajes complejos o por apropiarse de luchas ajenas sin una reflexión profunda. 

Aun así, el balance sigue siendo positivo: el mundo editorial ha permitido que millones de mujeres se reconozcan en historias que antes eran silenciadas, al tiempo que ha abierto espacios para debates necesarios sobre interseccionalidad, diversidad y justicia social, amén de haber aumentado, por mucho, el número de escritoras en sus filas.

¿Hacia dónde va el feminismo en los libros?

Hoy, el feminismo editorial ya no se limita a denunciar opresiones, sino que explora nuevas formas de resistencia y construcción colectiva. Autoras como Paul B. Preciado, con su teoría queer y su cuestionamiento a las normas de género, o Mona Eltahawy, con su enfoque radical en la liberación corporal, están redefiniendo los límites del movimiento. Además, la ficción especulativa —como la de Margaret Atwood o N.K. Jemisin— imagina futuros distópicos que reflejan los peligros del patriarcado y el colonialismo, invitando a una reflexión más amplia sobre el poder.

Por otro lado, las voces de mujeres racializadas, migrantes o de la comunidad LGBTQ+ están ganando terreno, gracias a sellos independientes y a la presión de colectivos que exigen representación real. Libros como Manifiesto de un feminismo para el 99%, de Cinzia Arruzza, Nancy Fraser y Tithi Bhattacharya o Contra los hijos, de Lina Meruane, desafían incluso los consensos dentro del propio feminismo, mostrando que no hay una sola manera de entender la lucha.

El manifiesto de las mujeres de PEN International, impulsado por la escritora Jennifer Clement cuando era presidenta de la asociación, es un llamado urgente a la acción para defender la libertad de expresión de las escritoras en un mundo donde la violencia de género y la censura silencian sus voces. 

El documento denuncia cómo las autoras enfrentan amenazas específicas —desde el acoso digital hasta la persecución política— simplemente por ejercer su derecho a escribir. Clement, hoy presidenta honoraria de PEN International, subraya que "las palabras de las mujeres son peligrosas porque desafían el poder", y exige protección para quienes son atacadas por su género, raza o ideología. 

El manifiesto no solo expone estas realidades, sino que también insta a gobiernos, instituciones y lectores a garantizar que las mujeres puedan crear y difundir sus ideas sin miedo. En esencia, es un recordatorio de que la literatura feminista no solo construye imaginarios, sino que exige justicia en un mundo donde el silencio sigue siendo una forma de opresión.

Esta diversidad es un signo de madurez, pero también plantea tensiones: ¿cómo evitar que el discurso se fragmente hasta perder su fuerza política?

Las "anti-influencers" y la distorsión del feminismo

No todo en el panorama editorial es progreso. En los últimos años, han surgido figuras que utilizan el feminismo como arma de provocación o desinformación. Las llamadas "anti-influencers" —autoras o comentaristas que se presentan como críticas del movimiento pero que en realidad lo caricaturizan— han encontrado en los libros una plataforma para difundir mensajes reaccionarios. Bajo el pretexto de "cuestionar lo políticamente correcto", algunas minimizan la violencia machista, ridiculizan las demandas de igualdad o incluso promueven un retorno a roles tradicionales.

Estas voces, aunque minoritarias, son amplificadas por sectores mediáticos conservadores, que las convierten en bestsellers artificiales. El peligro no es solo que distorsionen el feminismo, sino que confundan a lectores poco informados, presentando ideas regresivas como si fueran "valientes" o "transgresoras".

Lo más peligroso no es que critiquen al movimiento —el feminismo siempre ha crecido en la discusión— sino que lo hagan desde el negacionismo o la mala fe, vaciando de contenido histórico y político una lucha que sigue siendo urgente. 

J.K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, se ha convertido en una figura controvertida que algunos podrían considerar una "anti-influencer" en el debate feminista actual, aunque su caso es complejo. En los últimos años, sus declaraciones públicas sobre temas de género —especialmente su oposición a ciertas posturas del movimiento trans— la han situado en el centro de una polarizada batalla cultural. Mientras sus seguidores más conservadores la celebran como una voz "valiente" contra lo que perciben como excesos del progresismo, gran parte del movimiento feminista y la comunidad LGBTQ+ la acusan de promover discursos transfóbicos bajo el pretexto de "defender los derechos de las mujeres biológicas".

Rowling insiste en que sus posturas son parte de un feminismo "razonable", pero su influencia como autora global ha amplificado un mensaje que muchos consideran dañino. Su activismo en redes y ensayos como TERF Wars (donde defiende su posición) la han alejado de parte de su audiencia original, incluso llevando a algunos fans a distanciarse públicamente de su legado literario. 

Frente a esto, la respuesta del feminismo editorial debe ser doble: seguir promoviendo obras rigurosas y no tener miedo a denunciar aquellos discursos que, bajo una apariencia de rebeldía, buscan debilitar la lucha por la igualdad.

En definitiva, el feminismo en los libros sigue siendo un campo en disputa. Entre los avances y los retrocesos, lo que está claro es que la literatura sigue siendo un espejo —y un motor— de los cambios sociales. La tarea ahora es asegurar que ese reflejo no se distorsione.

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