Alberto Ruy Sánchez y los libros para adorar a los gatos
El escritor mexicano nos habla de la fascinación por los gatos, que lo llevó a escribir un poemario sobre ellos, y nos recomienda títulos para entenderlos a plenitud.
Alberto Ruy Sánchez nos devela los misterios que habitan en El silencio del gato, su poemario dedicado a esos seres enigmáticos que han conquistado tanto los altares antiguos como las páginas literarias. El escritor mexicano explora la quietud sagrada de los felinos, su mirada impenetrable, su lenguaje exclusivo para los humanos y su presencia silenciosa que, paradójicamente, lo dice todo. Además, recomienda libros para adorar a los gatos.
Videoentrevista con Alberto Ruy Sánchez
Gatos: compañía y misterio
Alberto Ruy Sánchez es una de las voces más originales y sensibles de la literatura mexicana contemporánea. Poesía, ficción y ensayo inundan su obra, que se caracteriza por una prosa lírica y sensual que explora con profundidad los misterios del deseo, la identidad y la relación entre el ser humano y la naturaleza.
Libros como Los nombres del aire y su serie sobre Mogador han redefinido las posibilidades de la novela poética en español, mientras que su fascinación por temas como los gatos, las jacarandas o los colibríes revela una mirada que transforma lo cotidiano en experiencia literaria. Más allá de su creación artística, su labor como editor en Artes de México ha sido fundamental para difundir la riqueza cultural de su país.
Alberto, ¿cómo surgió la idea de escribir El silencio del gato?
La atención sostenida hacia mi gato y los felinos en general se convirtió en libro por amor a ellos, pero también como parte de una mirada más amplia. Forma un ciclo con mis libros La luz del colibrí y Dicen las jacarandas: todos exploran la idea de que formamos parte de la naturaleza, que animales y vegetales están en el mundo conviviendo con los humanos y, al mismo tiempo, representan no solamente compañía sino un reto inmenso de comprensión. A veces no sabemos exactamente lo que implica esta proximidad.
Verónica Murguía señala algo muy importante en la contraportada del libro: "Los que amamos sabemos que no poseemos a lo que amamos". A partir de ese principio se une la idea de preocuparte por la naturaleza y por la persona amada, sabiendo que no la posees.
Esta humildad necesaria debe ser el punto de partida de cualquier construcción reflexiva o poética sobre los animales y la naturaleza. El gato es uno de esos animales que tiene una bibliografía inmensa. Son miles los libros que hay sobre gatos desde hace muchísimo tiempo. En Francia hay un clásico del siglo XVIII que recopila saber sobre los gatos, y por supuesto los griegos hablaron de ellos. Es larguísima la historia de la preocupación por los gatos. Hay una relación que es al mismo tiempo de admiración y lúdica.
Incluso exploras la dimensión ritual de los gatos.
Al leer y escribir sobre gatos me impresionó que los textos que los estudian no ponen atención en lo que llamo la dimensión ritual. Hay muchos libros sobre psicología felina, pero no sobre cómo entran en trance como los chamanes cuando ronronean: no están despiertos ni dormidos, están en un estado intermedio. Lo mismo hacen al beber agua o en ciertas actitudes al rascar o acariciar. Es un estado difícil de comprender para los humanos, con múltiples significados sobre su vínculo con nosotros y su naturaleza. Además implica una idea de trascendencia: la gente entra en éxtasis para superarse, y los gatos lo hacen constantemente. Son imprevisibles y juguetones, pero no te dejan decidir cómo acercarte.
Todo esto está en el libro. Hice anotaciones durante mucho tiempo, luego lo organicé como siempre: quitando lo repetitivo, armando una composición donde cada poema tiene su técnica e ideas. Incluí videopoemas: filmé al gato, les puse sonido, son piezas de un minuto. Hay un QR al final con acceso a 10 videopoemas, más uno del libro anterior sobre las jacarandas donde un gato se "embriaga" con su aroma.
¿Cómo ha sido tu vida de escritor con tu gato Thor?
Thor llegó por mi hija, que lo rescató de un basurero. Cuando ella se fue de México me lo dejó. Era un "delincuente juvenil", un pelirrojo vikingo completamente salvaje. Tuvo una crisis al comer cartón: creíamos que solo lo deshacía, pero se lo comía. Los veterinarios sugirieron dormirlo, pero insistimos en salvarlo. Esa tenacidad felina -como dice una escritora: "No es que los gatos tengan nueve vidas, sino que cada vida debería tener nueve gatos"- nos unió más a él.
En los poemas cuento cómo a veces parece perro, casi ladra. ¿Qué conciencia tiene de ser gato más allá de su instinto? Se transforma y nos enfrenta a lo que somos como humanos. Cuando mi nieta no quiere saludar, le digo "te portas como gato" y lo entiende perfecto. El gato es espejo de lo que somos y no somos, una invitación a reflexionar con humildad.
Su convivencia implica rutinas distintas a las de un perro: son autosuficientes en limpieza, pero tienen territorios secretos donde desaparecen. Hay una belleza espectacular en sus movimientos, una sensualidad que invita a escuchar su ritmo. Cuando Thor ronronea en mi pecho, apoyando una pata sobre mi corazón, me recuerda que bailar no es seguir pasos, sino sincronizar latidos. En el amor, como sabes, el corazón es fundamental. Esa conexión también se siente con los gatos.
Entre el asombro y el reconocimiento
Le preguntamos a Alberto qué le asombra hoy en día, además de los gatos. Responde: "Tengo asombros negativos, como los genocidios en Ucrania y Gaza, que generan impotencia. Y positivos, como el esplendor reciente de las jacarandas en la ciudad. Me maravilla ver la ciudad desde miradores casuales, como el Museo del Estanquillo, o descubrir exposiciones como la de los artistas siameses. La restauración del Monte de Piedad, con su vitral de Vicente Rojo y muestras de arte contemporáneo, es otro hallazgo.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Te tengo una novela en puerta que no es exactamente la continuación de mi novela sobre Anna Ajmátova, pero cronológicamente sí, porque habla del periodo en el que ella se relacionó con muchos otros artistas de su tiempo. Es la época del terror soviético, cuando escribió un poema que se llama Requiem, un clásico de la literatura rusa y del mundo.
También escribo un libro de poemas que es una exploración de un sitio arqueológico que me ha fascinado siempre, Khajuraho, el sitio de la India donde todos los templos son esculturas del Kama Sutra. Me interesa el concepto del amor tan diferente que hay, porque hacer el amor es algo trascendente, y ahí no es solamente como en los manuales árabes, donde se trata de darle placer al jeque; es otra cosa completamente integral.
También tengo otro libro sobre ambulancias, que lo escribí durante la pandemia; vivo rodeado de cuatro hospitales. Es un libro un poco triste, porque durante la pandemia murió mi madre. Hablo sobre el mal manejo que hubo en la pandemia en las personas que eran responsables de cuidarnos.
Por último, tengo un libro sobre el viaje que se llama Viajar es enamorarse despacio, que son crónicas de viajes que he hecho durante muchísimo tiempo. Además, tengo material para hacer dos o tres libros de ensayos.
¿Qué premios han recibido recientemente?
Recibí el premio FILEY en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán, otorgado por una asociación de estudiosos de literatura mexicana fundada hace 25 años en California, por Sara Poot. Entonces, muchos de los estudiosos hicieron ponencias sobre mis libros y eso.
Como un regalo extra, la persona que me presentó para el premio fue Verónica Murguía, que es una escritora que yo admiro y quiero muchísimo.
Alberto Ruy Sánchez y los libros para adorar a los gatos
-
Recomiendo La gatomaquia, de Lope de Vega, un libro fabuloso: una épica jocosa donde los personajes son gatos, con una Elena de Troya felina. Es muy divertido.
-
Otro texto reflexivo es Filosofía felina, de John Gray, que plantea cómo el gato obliga a cuestionar la naturaleza humana desde múltiples ángulos. Gray es un filósofo conocido por bestsellers como Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus, pero aquí explora el reto de entender lo felino como un espejo de nuestras limitaciones.
-
Entre los libros imprescindibles sobre gatos está Soy un gato, de Natsume Soseki, un clásico japonés donde un felino narra una crítica social de la era Meiji.
-
Doris Lessing, premio Nobel de Literatura, tiene Gatos ilustres, un libro maravilloso.
-
Bohumil Hrabal, el escritor checo, escribió Mi gato Autícko (traducido por Galaxia Gutenberg), un libro conmovedor y duro sobre su dependencia emocional de los gatos. Es un retrato de la culpa humana.
-
Y no olvidemos a Ursula K. Le Guin: su ciclo de gatos incluye uno sobre felinos voladores y varios de sus libros han sido prohibidos en bibliotecas estadunidenses por razones absurdas. Junto a La gatomaquia, son mis favoritos.