Álvaro Enrigue recomienda libros monumentales
El reconocido escritor habla de su novela "Tu sueño imperios han sido", y nos cuenta de qué manera lee el mundo hoy en día.

Álvaro Enrigue, uno de los escritores más destacados de la literatura contemporánea en español, nos comparte detalles sobre su más novela Tu sueño imperios han sido. Además, el autor desglosa su enfoque literario, su relación con la historia y nos recomienda libros monumentales.
Videoentrevista con Álvaro Enrigue

Entre el pasado y la ficción
Álvaro Enrigue nos recibe en El Péndulo San Ángel antes de la presentación de su novela Tu sueño imperios han sido, en donde reconstruye un día crucial en la historia de México: la entrada de Hernán Cortés a Tenochtitlan. Sin embargo, lo hace desde una perspectiva que combina lo fantástico, lo histórico y lo cotidiano.
Álvaro, ¿cómo definirías Tu sueño imperios han sido?
Es, yo creo, una novela fantástica. Hay gente que dice que es una novela histórica, y yo no le voy a decir a nadie cómo leerles los libros de otras personas. Entonces, es una novela que a mí me parece que está inscrita en la tradición de la literatura fantástica latinoamericana.
¿De qué trata la novela y cuál es su estructura temporal?
Tu sueño imperios han sido cuenta de una manera poco apegada a la historia el primer día de la tropa de los conquistadores liderada por Hernán Cortés tras la entrada a la ciudad de Tenochtitlan. La novela empieza al mediodía, cuando entraron con un almuerzo diplomático, y termina en la famosísima cena entre Moctezuma y Cortés. O sea, es una novela que dura unas 4 o 5 horas nada más, y creo que se lee más o menos en esa línea.
¿Qué te motivó a escribir sobre Tenochtitlan y cómo abordaste la reconstrucción de la ciudad?
No es un libro de historia ni un trabajo de investigación, pero aún así, la parte que me emocionaba a mí de escribir de esta novela tenía que ver con el esfuerzo de levantar la ciudad de Tenochtitlan. De que las lectoras y los lectores vieran la ciudad, si fuera posible, a través de esa cosa maravillosa que es la literatura, pero también que sintieran los olores, los sabores, las texturas de una ciudad que fue delirantemente hermosa y de la que creo que todos los chilangos tenemos un poco de nostalgia siempre, ¿no? Cuando éramos la ciudad más bonita del mundo, cuando éramos el Río de Janeiro del planeta, que bueno, ciertamente lo dejamos de ser hace mucho tiempo. El esfuerzo que hace la novela tiene que ver con eso, con ver la ciudad con otros ojos, mediante fuentes de la historiografía y la arqueología recientes.
¿Cómo ha sido la recepción de la novela?
Hay un tema del recorrido de la novela que ha sido curioso. Yo cuando la escribí pensé que iba a ser una novela muy discreta. Pensé: ¿a quién le va a interesar este libro? Esto es una cosa muy personal, una obsesión. A la gente a la que le interesa la historia le va a decepcionar, a la gente a la que le interesa la literatura le va a parecer demasiado apegada a los discursos del arqueólogo. Me encanta que de pronto una novela de la que yo esperaba mucho como un proyecto personal, resulte exitosa. Tengo la impresión de que siempre he sido el niño que hace la tarea, entonces, ya me tocaba una estrellita.
Leer el mundo
Álvaro Enrigue ganó el Premio de Primera Novela Joaquín Mortiz en 1996 con La muerte de un instalador. Ha publicado obras elogiadas por su originalidad y naturaleza narrativa única, entre ellas, Muerte súbita, ganadora del Premio Herralde de Novela 2013. También ha incursionado en el ensayo, pero en esta ocasión decidió escribir sobre "las figuras de bronce de la historia" de una manera novedosa, abogando más por la imaginación que por los datos históricos precisos. Sabe que la información sobre la Conquista se ha ido actualizando con el paso de los años.
¿De qué manera integraste el humor en esta novela?
Creo que le hemos dado al pasado prehispánico, preeuropeo de América, demasiadas cosas esotéricas, demasiado Jim Morrison, demasiada Pachamama. Me parece que un burócrata mexica era igualito que un burócrata actual, solo que con penacho. Eran gente que tenía su tiendita, que iba al templo el domingo, y entonces la historia se vuelve necesariamente divertida.
Me encantaría que la gente se riera, por supuesto. Yo tengo una relación no solo con la literatura, sino con la vida, filtrada por el humor. Las cosas serias no me interesan y me aburren muchísimo. Entonces, si alguien se ríe un poco, está bueno, pero me conformo con que sea una lectura natural de ese pasado, misión que es muy fácil para un novelista que para un historiador.
¿Qué ha pasado en la recuperación de la historia desde La visión de los vencidos?
En los últimos años se han publicado muchos más documentos con testimonios indígenas de ese proceso, que se han editado con más apego a las tradiciones históricas que La visión de los vencidos, que era un libro que cumplió una función muy importante, que era decirnos que existía otra versión de los hechos. Hoy en día tenemos un punto de vista indígena; se ha ahondado en eso y hay una bibliografía maravillosa con una gran cantidad de fuentes indígenas que cuando yo era niño no sabíamos que existía. Parecía que solo había el punto de vista europeo y ya.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Es un libro que disfruté muchísimo escribiendo, pero tuve cierta inseguridad al publicarlo, porque pensaba es es un libro que no complace ni a tirios ni a troyanos, porque no presenta a Moctezuma como un héroe ni tampoco a Cortés. Lo presenta más como lo presentaba Diego Rivera que como era realmente en la historia. Entonces, yo pensaba que era un libro que le iba a enojar a las izquierdas y a las derechas. Lo cual, por supuesto, me parece estupendo, pero siempre genera cierta incomodidad. Sin embargo, ha pasado poco eso. Creo que los novelistas siempre aprendemos sobre la versatilidad y el genio de nuestros lectores. Lo que a uno le preocupa, no le preocupa a ellos y ellas. Los lectores están conscientes de que están leyendo una novela, que están en conversación no con la tradición histórica, sino con la tradición literaria.
¿De qué manera lees el mundo hoy en día?
Desde una biblioteca. Disfruto, tengo una muy buena relación con mi trabajo. He hecho trabajos horribles en la vida y he godineado bien macizo. Dicho eso, en este momento de la vida soy profesor de escritura. Me gusta mucho escribir, me gusta mucho dar clases y además lo disfruto muchísimo. Abrir el salón me sigue poniendo chinito, es decir, es un trabajo que me gusta. Y lo mismo pasa cuando mis niños se van a la escuela, a la guardería, y yo me hago un café y me siento en el escritorio. Es una felicidad semejante a la de un niño enfrente de un juguete.
Entonces, soy mucho más un lector que un escritor. No he publicado tantos libros porque lo que hago es leer. Ese amor por el detalle que está en todos mis libros desde el principio, se debe a que siempre respaldo todo lo que digo con mucha bibliografía. Podría ser un gesto ético, pero no en mí. Yo lo hago porque me produce un placer enorme pasarme la tarde entera en la biblioteca averiguando cómo se amarraban las sandalias los romanos, o cualquier tontería, y siento que si no enfrento el texto sabiendo eso, la invención me va a salir muy mal.
Es una especie de superstición que termina siendo buena porque me hace feliz. Soy un lector muy devoto. Si ves mi escritorio, te mareas. Pero el mundo de la lectura, la organización y los libros son lo mío; soy así como un profesor del siglo XIX. Una persona muy organizada, pero es básicamente porque lo disfruto muchísimo.
Álvaro Enrigue recomienda libros monumentales
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El primer libro es una pesadez, pero el primer libro es también el primer libro: es La Ilíada. Es un libro que se creó primero en la tradición oral, que vivió mucho tiempo como una historia que la gente contaba antes de que existiera la escritura.
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El segundo libro es La Odisea. Junto con la Ilíada, es el punto de encuentro en el que discuten todos los demás libros. Toda la historia de la literatura no es más que una conversación con La Ilíada, La Odisea y el Génesis.
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Es muy mamila que venga a recomendar unos clásicos de ese tamaño, pero el Génesis, junto con la Ilíada y La Odisea, complementan tres libros buenísimos. Y no estoy implicando que los haya yo leído a los 13 años. Los leí ya grande, y lo que pensé fue: Órale, si hubiera leído esto a los 18 años, hubiera entendido mejor muchísimas cosas de la vida. Entonces, ¡a correr por ellos! Nada más que, por favor, busquen buenas traducciones, que sean recientes, sobre todo de La Ilíada y de La Odisea. Del Génesis es fácil encontrar una buena traducción. Consigan traducciones versificadas, pues son poemas muy divertidos de la vida.