Ana Clavel recomienda libros tan profundos como la piel
"Autobiografía de la piel" es el libro más reciente de la autora mexicana, una obra sobre el poder del placer en una vida llena de matices.

En su más reciente novela, Autobiografía de la piel, Ana Clavel promete sumergir al lector en un viaje íntimo y sensorial donde la piel no solo es un límite físico, sino un territorio simbólico que alberga historias, cicatrices y secretos. En esta entrevista, nos invita a adentrarnos en los procesos creativos detrás de este libro, su exploración de la corporalidad y cómo su narrativa continúa desafiando a las buenas conciencias. Además, recomienda libros tan profundos como la piel.
Videoentrevista con Ana Clavel

El aprendizaje de la piel
En el vasto panorama de la literatura contemporánea mexicana, Ana Clavel se distingue como una voz audaz y poética que explora los laberintos del deseo, la identidad y la memoria.
Autobiografía de la piel es una obra que teje las historias íntimas que habitan en la superficie del cuerpo. A través de una prosa lírica y evocadora, la autora te acerca a la piel como un mapa de experiencias, un lienzo que guarda memorias de lo que contiene una vida: placer, dolor y transformación.
Ana, Autobiografía de la piel es un recorrido que hace la propia piel por su historia en una voz narrativa en primera persona. ¿Cómo surge esta idea de darle voz a la piel como personaje?
La primera persona, el yo en singular, va dando cuenta de su memoria, de su paso por el mundo, de sus placeres, de sus heridas, de una reflexión que tiene que ver con el mundo en el que entra en contacto y también con el interior de la persona. Como su memoria es oceánica, porque todo lo abarca, todo lo envuelve, va dando cuenta de una piel pensante porque el cerebro también es cuerpo. De pronto lo asimilamos como el asiento de la intelectualidad, de los conceptos, del abstracto, pero su base es concreta y real. De allí surgen las metáforas que conjuntan el mundo físico con lo conceptual. La manera como percibimos el mundo es a través de nuestros sentidos; pensamos con nuestros cuerpos.
¿Cómo fue el proceso de convertir a la piel en un personaje literario?
Esta historia obedeció a que yo he trabajado el tema de la sensualidad, de lo sensorial, del deseo en anteriores libros, pero de pronto fue cardinal no solamente hablar del cuerpo en general, sino específicamente de la piel. Encontré, por un lado, el concepto de "yo piel", de Didier Anzieu, un psicoanalista que trabaja la idea de una piel psíquica que nos conforma, y el hecho de que tanto el cerebro como la piel están constituidos por la misma capa embrionaria. Entonces, esto nos posibilita el cruce de lo físico con lo abstracto, con la idea de que puede haber una piel pensante y a la vez un cerebro sintiente. A través de las metáforas y los recursos literarios le di voz a la piel, que hasta donde recuerdo no se ha trabajado como personaje literario. Fue una dádiva de los dioses, de las musas, llegar a ese tema y luego imbricarlo con la voz narrativa de un plural, coral, un nosotras, de los habitantes de la piel, incluida la de una escritora llamada Ana Clavel, que da cuenta de sus propios textos en los que ha trabajado el tema del deseo y de la piel, por supuesto.
En el libro también hay un juego entre la autoficción y la metaficción. ¿Cómo fue trabajar con esos elementos?
En ese sentido, de pronto me vi casi obligada a, en el tema de la ficción en el personaje de la piel, trabajar la autoficción con el personaje de la escritora Ana Clavel, que soy yo y no soy yo, y la metaficción a través de los textos que presenta a lo largo del mismo cuerpo del texto. Hice estos ejercicios en los que he trabajado anteriormente, con los temas del deseo, del placer, de la transgresión, del incesto, del placer de una menor. La verdad es que en estos tiempos de corrección política suena muy incorrecto, pero eso es parte de los desafíos. Como escritora, como escritor, tienes habilidades con la creación misma y una honestidad en lo que estás presentando que es apuesta estética y literaria.
Háblanos de la estructura narrativa del libro, donde conviven varias voces.
Yo tenía una primera experiencia con Las olas, de Virginia Woolf, en la que cada uno de los personajes toma la voz y es una sensibilidad que se va moviendo como una suerte de oleaje interactuando con los otros. Y yo sabía de ese coro de voces, esa polifonía que se puede dar en la narración. Entonces, cuando empiezo a hacer que la voz hable en primera persona, muy pronto se descorre hacia un nosotras que incluye a las habitantes diferentes, diversas, que hay en nuestra piel, porque generalmente no somos solamente una persona. Hablo de la esquizofrenia necesaria para lidiar en este mundo. Hay una segunda voz narrativa que confronta, que disiente, que cuestiona, y también incluí una tercera voz narrativa refiriéndonos a una ella, cuando toma más distancia. Son avances de la novela contemporánea que te permite jugar, ser libre y descubrir un mundo en realidad de incertidumbres, a donde nada es la verdad absoluta. Presento a la propia piel transformada en escritura, en caricia envolvente, verbal, que llama, que apela al lector, a la lectora, a que se introduzca, se piense en su propia piel, en su propia historia personal, en esa novela que se ha escrito en su epidermis y por supuesto también en las capas más profundas, porque como bien dice el poeta Paul Valéry, al que yo cito como epígrafe en la novela, ¿hay acaso algo más profundo que la piel?
Más allá del dolor
En el libro, Ana Clavel explora temas como el deseo, el placer y la transgresión. "Lo que ahí se desarrolla es un transcurrir de la piel en sus primeras pérdidas, en sus primeras fracturas, en la división que se da entre esa piel y sus habitantes o su habitante más importante, que es como una gemela, pero de la que se distancia por circunstancias que tienen que ver con la represión del deseo", explica.
En las páginas hay un deseo del incesto en la figura del primo, "que después verá sus consecuencias en el momento de ser adulta, cuando se transforman los papeles y ella es la que decide. Llegar a la consumación, como en los diarios de Anaïs Nin, que reflejan ese transcurrir de su experiencia cuando es adulta, te enfrenta a esos deseos prohibidos, esos deseos tabú para asumirte como persona y como escritora en esta búsqueda de aprendizaje a través del placer y del cuerpo".
¿Cómo fue el proceso de integrar estas reflexiones sobre el cuerpo y la piel con la narrativa?
En un momento dado, bastaba con la voz de la propia piel hablando de sus experiencias, de sus coincidencias, fracturas, heridas, características, a veces completamente anatómicas, a veces hablando del mundo, reflexionando sobre lo que la rodea, hablando de su propio acontecer y de su propio ser. Como una forma metafórica de la poesía, de los momentos de belleza, de arrobamiento, de éxtasis y, por supuesto, de amor. También de las violencias del cuerpo, porque hay momentos en los que hablo de situaciones de violencia extrema, como puede ser la violación, como puede ser el feminicidio. Todo esto porque es parte de la historia personal y colectiva, porque la piel es nuestro registro del paraíso pero también de nuestro infierno.
¿Qué papel juegan las heridas y el dolor en esta narrativa?
Es muy fácil imaginar herida y dolor y fractura y carencia, pero también nuestras heridas nos constituyen y nos permiten crecer. La frase de "no hay belleza sin herida" es del pintor Francis Bacon, y yo la incluyo en la novela. La pongo como un antecedente de lo que sucede con Marilyn Monroe, que es un poco una suerte de gemela de la narradora en el sentido de que ambas anhelan la presencia del padre que se ha perdido y fraguan una historia de deseo en torno suyo, incluso pensando en el incesto, pero que tiene que ver con el ideal del príncipe encantado, del hombre que vendría a rescatarlas en una postura no precisamente feminista, pero eso es lo que muchas veces nos conforma. Más allá de los ideales de cómo deberíamos comportarnos, hay basamentos, hay raíces que nos llevan a la presencia idílica de ciertas figuras.
El hecho de imaginar, en el caso de Marilyn Monroe, que cito a través de la novela Blonde, de idealizar la figura del padre en este deseo de convertirse en una piel deseante, deslumbrante, es interesante. Y en el caso de la protagonista de mi novela, la piel, y de la persona que la habita, está el hecho de que la escritura se vuelve deseante para restituir la pérdida.
Entonces, esos paraísos que de pronto tuvimos en la infancia, en la adolescencia, se convierten en heridas luminosas, decía Octavio Paz, en cicatrices resplandecientes, porque no solamente son la marca de una huella dolorosa, sino que nos permiten conocimiento y crecimiento para seguir adelante. Son en realidad un impulso, y en el caso de Autobiografía de la piel, se vuelven, lejos de un horizonte para victimizarse y para buscar la justificación, en una fuerza vital que lleva a la reivindicación del placer y de la transgresión de deseos que luego preferimos ocultar, porque la sociedad, la moral, la religión, nos dicen que están mal vistos, pero en realidad son fuerzas fundamentales que tendríamos que incorporar para ser, yo creo, personas más plenas y para encontrar maneras de sublimar el deseo, de buscar el placer sin dañar a otros, pero consiguiendo, a la vez, una satisfacción, una plenitud propia.
Ana Clavel recomienda libros tan profundos como la piel
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El amante, de Marguerite Duras, es toda una apuesta sensual y racional de cómo enfrentar el destino propio con los deseos de una persona, en este caso una escritora que se abre a la experiencia del mundo para conocer, explorar y convertirse en plenitud en lo que es.
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Los diarios de Anaïs Nin son fantásticos, sobre todo el tomo del incesto, donde con todo detalle describe la consumación del incesto que tiene con su propio padre.
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En El sentido olvidado, con mucha erudición Pablo Maurette te acerca al sentido del tacto a lo largo de la historia de la civilización y de los momentos en donde se le ha restado importancia.
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Las olas, de Virginia Woolf, es toda una sensibilidad la que se mueve, una percepción que no solo envuelve alos sentidos, sino también a la parte de razonar y entender el mundo en una suerte de fluctuación u oleaje que va de uno a otro personaje, no tanto de sus voces externas sino interiores, en un juego de monólogos en donde a veces no sabemos quién está hablando, pero se entiende por lo que dice. Es una maravilla.
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La versión completa de Las mil y una noches me formó. No las infantiles sino las verdaderas, que son eróticas, en donde Scheherezade tiene relaciones con el sultán, y lo entretiene no solo con cuentos. Hay personajes sodomitas, travestis, es la celebración de la carne y el cuerpo de una manera oriental, gozosa.
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Lolita, de Navokov, cuando se lee más allá de lo políticamente correcto es una obra literaria fuera de serie. No se queden con la imagen de la incorrección, no es una defensa de la pederastia, sino que exhibe lo que le sucede al personaje, las consecuencias de sufrir un deseo ilícito y dañar a alguien más.
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