Carlos Velázquez recomienda libros de música y LSD
La literatura mexicana tiene en Carlos Velázquez a uno de sus narradores más originales y contestatarios, quien aquí presenta la biblioteca con su nombre, editada por Océano.

Autor de relatos y crónicas que mezclan el surrealismo norteño con una prosa delirante, celebra el lanzamiento de su Biblioteca Carlos Velázquez, un proyecto que reúne sus cinco libros de cuentos bajo un diseño unificado y portadas que homenajean su universo excéntrico. Aquí, el escritor de Torreón reflexiona sobre el reconocimiento al cuento como género, su proceso creativo y la necesidad de resistir a la solemnidad en la literatura. Además, recomienda libros de música y LSD.
Videoentrevista con Carlos Velázquez

La Biblioteca Carlos Velázquez
Carlos Velázquez reafirma su lugar entre los narradores mexicanos destacados con una originalidad única que lo ha llevado a explorar el cuento hasta sus consecuencias más delirantes y divertidas. Ahora, la editorial Océano se ha quedado con los derechos de sus libros de cuentos, con los que ha creado una colección imprescindible para cruzar la frontera, vivir el poliamor y el deseo, para terminar riendo por su característico humor ácido. En entrevista, nos habla al respecto.
¿Cómo nace la Biblioteca Carlos Velázquez?
Para empezar, es muy halagador que la hayan publicado, sobre todo porque las bibliotecas suelen hacérselas a autores de mucho mayor edad que la mía. No es una consagración, sino más bien es una comprensión de lo que significa mi trabajo y mi labor como cuentista. Son cinco libros de relatos, que empiezan con El menonita zen, que se publicó en 2023, y ahora hay otros cuatro que con los que se crea una colección especial, particular, con un nuevo diseño de portadas y un relanzamiento. La idea era muy atractiva, era muy tentadora la oferta y decidimos empezar este nuevo rumbo.
Como autor, ¿qué significa esta posibilidad?
Que se reconoce el trabajo del cuentista y el trabajo de estos libros de relatos que han gustado mucho al público, algo que no ocurre muy seguido. Que se reconozca a un libro de relatos, y sobre todo un conjunto de libros de relatos es algo que no es muy fácil de conseguir, no es sencillo. Entonces, me otorga muchas satisfacciones porque sé que mi trabajo ha tenido la continuidad que yo mismo he querido que tenga. Es decir, a cada libro de cuentos yo le pongo un cariño especial, le pongo muchísima alma para que le guste a la gente, se le quede en la mente y lo deje de alguna manera marcado como lector.
¿Qué libros integran la Biblioteca Carlos Velázquez?
La biblioteca arrancó con un libro inédito, El menonita Zen. Una de las cosas más increíbles, más chidas de haber publicado el libro —además de la publicación en sí, que siempre es un acontecimiento maravilloso— fue conocer a un chavo que se llama Jorge Garnica. Entre él y yo diseñamos una portada que me gustó mucho e ideamos un concepto para la colección completa.
A partir de ahí seguimos trabajando. El siguiente volumen fue La biblia vaquera, un libro que vio la luz por primera vez en 2008, que tuvo una muy buena recepción crítica pero una muy mala distribución con Tierra Adentro y una segunda reencarnación en Sexto Piso, pero ahora siento que finalmente la portada le hace justicia al interior del libro, refleja perfectamente lo que es el espíritu: este personaje de La biblia vaquera con sus distintas reencarnaciones, que aquí lo vemos en la portada desdoblándose.
Luego el tercero es La marrana negra, que tenía una portada antes —salió por primera vez en 2010— muy bonita, pero que no alcanzaba a representar puntualmente el contenido. Ahora, trabajando con Jorge, llegamos a esta portada con una moneda. Todas han sido inspiradas en algo concreto. Por ejemplo, en La biblia vaquera nos inspiramos en Mario Almada (obviamente no podíamos usar su imagen por derechos, pero prácticamente es su gemelo). Para La marrana negra, queríamos algo que involucrara la figura del cerdo sin caer en lo obvio. Nos rompimos la cabeza y nos inspiramos en Grand Funk Railroad, una banda de los 70 que tiene un disco llamado Pluribus Funk con tres monedas donde aparece el rostro de cada músico. Así llegamos a esta monedita de una cerdita de un peso.
Luego está La efeba salvaje, que ya salió de imprenta. La intención es reeditar también El despachador de pollo frito e incluir en 2026 un nuevo libro de relatos.
Desde los cimientos
Velázquez recuerda que La biblia vaquera "estuvo naufragando un rato. No fue un libro que la tuvo fácil. La primera persona que lo leyó fue un dictaminador de una editorial española, Lengua de Trapo. Me respondieron de inmediato y me mandaron un dictamen muy honesto: 'Carlos, gracias por enviar el libro, pero vamos a ser sinceros: no entendimos absolutamente nada'. Fue hasta 2010, cuando aparecieron las reseñas de Sergio González Rodríguez en El Ángel, de Reforma, y la de Rafael Lemus, en Letras Libres, que me buscaron en Sexto Piso para ver si tenía algo nuevo", rememora.
¿Qué más recuerdas de tus inicios como escritor?
Mi primer libro fue un librito pequeño publicado por el gobierno de Coahuila, que era muy malo. Al verlo publicado, me di cuenta y dije: "Puedo hacerlo mejor". Me preparé, estudié modelos narrativos y escribí La biblia vaquera. Ahí entendí que el cuento era mi género. Luego vinieron La marrana negra, La efeba salvaje, El despachador de pollo frito y finalmente El menonita zen. Con las nuevas portadas, parece que un libro jala al otro, reforzando esa sensación de continuidad.
En paralelo, he publicado cuatro libros de crónicas. Empecé a escribirlas como una liberación, porque el relato me exige mucha estructura. Las crónicas me divierten y relajan, y sorprendentemente, a mucha gente le gusta más esa faceta mía. Pero yo creo que me va mejor en el cuento.
¿Cómo mezclas tu perfeccionismo en el relato con su jocosidad?
Lo que más me llama la atención es que mucha gente me pregunta de dónde saco ideas tan estrafalarias. La verdad es que son los personajes los que me llaman. Un escritor debe tener gran habilidad de observación, pero es igual de importante la capacidad de fabular, de inventar. Una de las cosas más lamentables de la literatura mexicana actual es que los autores parecen peleados con la imaginación. Todo lo que escriben tiene que ver con el "yo". ¿Y qué pasa con lo que ocurre afuera, en la calle? Hay personajes que reclaman que se cuenten sus historias.
Uno de los grandes consejos que me dieron al empezar fue: "Suéltate, déjate ir. No te limites". Eso me ha dado buenos resultados. Me interesa tomar personajes comunes y escribirlos de manera extraordinaria, pero con rigor. Por ejemplo, un menonita que decide no vender quesos en un crucero y se vuelve tan bueno en meditación que surca los cielos de Juárez. No es una historia común, pero los personajes están en constante lucha por trascenderse, como hacemos nosotros. Ellos son versiones exageradas de nuestra realidad, aunque siempre se corresponden con nuestros sentimientos.
Ser uno mismo
¿Cómo te insertas en estos días de consumo literario exprés?
El relato exige menos tiempo de atención que la novela. Mucha gente me dice: "Puedo leer uno, hacer una pausa y continuar con mis cosas". Pero, además, vivimos tiempos donde la solemnidad se ha apoderado de la literatura. A la gente le gustan mis relatos porque se divierte, pero también son de calidad. No son tremendistas ni solemnes. Está lo malo de la vida, pero trascendido con humor. Más que nunca, es importante que la comedia no muera y que lo políticamente correcto no la mate. Por eso sigo escribiendo sobre gordos, travestis... temas que muchos ya no tocan por miedo a ofender. Los comediantes tenemos que resistir, y mucha gente lo agradece.
Claro, en el camino ganas y pierdes lectores. Pero los que conocen bien tu trabajo te acompañan siempre, siempre y cuando no dejes de ser tú. Mis relatos invitan a reflexionar sobre las limitaciones de los personajes, su lugar en el mundo. Pero hay una tendencia a sacralizar el acto de escribir, cuando el libro también debe entretener. Cada vez todo es más solemne, y lo que no atiende a esa solemnidad es marginado. Yo me tomo la literatura tan en serio como cualquiera, pero no le quito la capacidad de divertir. No hay nada peor para un lector que sufrir con un libro.
¿Cómo se puede ser contestatario hoy en día?
Hay una necesidad en muchos escritores de sobresalir más por su manera de pensar que por su escritura. Para mí, lo importante es ser fiel a uno mismo. Conozco autores que corren tras las modas, y eso aniquila el arte. Yo tengo un plan trazado desde que comencé y lo he seguido hasta las últimas consecuencias: no ceder ante la presión de la moda. Muchos escriben sobre temas de moda solo para ser publicados. Hoy parece que si no estás en el diálogo de la corriente dominante, no existes.
El medio editorial responde al mercado. No importa qué tan bueno sea tu libro si no respondes al mercado. Pero para mí es importante resistir. Cuando empecé, el cuento salía de un hoyo oscuro gracias a editoriales independientes. Hoy, las grandes otra vez lo relegan. Muchos no cultivarán el cuento por pensar que no tiene oportunidad. Lo importante es escribir lo que uno debe, más allá de las corrientes", abunda.
¿Y qué sigue para Carlos Velázquez?
Seguir escribiendo cuentos. En 2026 presentaré un nuevo libro de relatos para la biblioteca.
Carlos Velázquez recomienda libros de música y LSD
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