Carmen Leñero y los libros que calan hondo
Es narradora, ensayista, cantante, académica, poeta y una gacela de la palabra. Aquí nos habla de su libro y sus canciones más recientes.

Es una artista mexicana completa. Desde los años ochenta se ha dedicado a la creación y tiene un doctorado en Letras. Ha escrito poesía y ensayos, además de tener en su haber diversos libros para niños y jóvenes, así como varios discos en donde fusiona su voz y guitarra con la palabra. Se trata de Carmen Leñero, quien recomienda libros que calan hondo.
Videoentrevista con Carmen Leñero

Luciérnagas poéticas
El ghazal, o gacela, es un tipo de poema propio de la literatura árabe, persa, turca y urdú. Está conformado por pareados o dísticos que contienen el mismo número de silabas. El primer verso sirve como guía para el resto, ya que todos los segundos versos de los pareados deben rimar consonantemente y poseer un bordón o "raif", que puede ser una palara o una frase corta, mientras que el primero es un verso libre.
Hoy en día, el ghazal es "una cartografía de lo desordenado, que desafía el falso razonar o las viscosidades de una narrativa rudimentaria", explica el poeta canadiense John Thompson.
Fascinada por esta forma poética, la escritora y cantante Carmen Leñero se sumerge en este estilo en su libro El zigzag de la gacela. "Yo estaba traduciendo a una poeta canadiense que se llama Lorna Crozier y uno de los libros que leí de ella fue de gacelas, no según la tradición anglosajona, sino acorde a la gacela persa del siglo XIII, con cantos, proverbios y refranes que se encadenaban, donde el público participaba", explica.
La poeta pensó que ella también podría trabajar en gacelas y al comenzar a escribirlas le gustó el proceso, pues suele escribir aforismos, haikus y poesía breve. ¿Qué sintió al hacerlo? "Vi que un estado de ánimo o un momento me daban para generar ideas que no necesitaban estar atadas ni perseguirse unas a otras, sino estar escapando entre sí para no dejar anclado nada. Las gacelas son como luciérnagas".
Para Leñero, "una palabra despierta otras imágenes por sí misma y nuevas palabras, entonces, este amor por lo concreto de la palabra y su sonoridad se une a lo abstracto de un pensamiento o una imagen que llega y se va, a menos que la atrapes y te pongas a elaborar algo. En la gacela se unen la visión súbita y la palabra justa".
Más que temas, en este estilo se desarrollan momentos de la existencia, del pensamiento. "No trata de hacer un discurso o explicación de la realidad, sino de hacer aparecer, ante la realidad del lector, lo que en su mente brota. Es más bien como una provocación, es jugar con contradicciones y un poco de picardía".
El canto y la palabra
Carmen Leñero también es conocida como cantante. Con un personal estilo de interpretación que fusiona la poesía y la música, crea mundos sonoros de distintas épocas, basada en el trabajo de compositores mexicanos. "Últimamente he estado cantando con mi guitarra canciones de Jaime Moreno Villarreal, algunas inéditas. También estoy ensayando cosas nuevas de mi autoría y tratando de cantar cosas tradicionales en vasco, porque mi mamá era vasca", comparte.
Para Carmen es difícil imaginar un mundo sin libros. Afirma que, en esta "era postalfabética, en donde parece ser que leer es un extra, un adorno, una lengua muerta, una cosa de museo, leer parece ser un arte antiguo". Por ello, desde su punto de vista la poesía sirve "como una suerte de seducción, porque lo que te da el poema no te lo puede dar nada ni nadie, porque no es información, es provocar una experiencia muy primaria, muy íntima y muy privada, no hacia la pantalla de la computadora, sino hacia tu interior. Es como entrar en el ritual de una ceremonia personalísima donde el poema viene a ti y te dejas invadir por él, vuelves al silencio".
Carmen Leñero y los libros que calan hondo
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El libro del desasosiego me gusta mucho. Es una especie de diario de pensamientos, tanto cortos como muy afortunados. Esa mezcla de géneros me gusta mucho y Pessoa siempre es muy inteligente, siempre dice algo que no te esperas, eso me gusta de él.
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Sándor Márai es un novelista que admiro mucho y tiene varios libros buenos, como La tía Esther, La Gaviota y otro que se llama ¡Tierra, tierra! Me parece que es un novelista que no te llena de escenarios, sino que sabe cuál es la clave de la experiencia humana que está desarrollado. Lo lees y no sientes que son hojas y hojas y hojas. Sí se explaya y te da un mundo de experiencias que no tienes tú, entonces, a mí sí me ha hecho ver esa calidad del novelista esencial.
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Este libro de Hermann Broch es un torrente necesario, que te arrastra. Es poesía y ensayo, pero a la vez tiene algo de narración, algo como de letanía, como de meditación, que casi casi te va hechizando. Este libro lo puedo abrir en cualquier momento en que necesito escribir algo y, tras leer un poco, es como si entrara en otro estado de conciencia.
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Me gustan mucho las novelas de Clarice Lispector. Agua viva, por ejemplo, esa la leí y, como si fuera veneno, me caló bien hondo.
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De poesía, me gusta mucho este libro que dejó mi amigo Antonio Deltoro, ya situado en plan oráculo, de que ahí se va a poner verde y en el resto desértico.
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Este libro de Coral Bracho es de poemas y solo lo he leído una vez, pero es muy entrañable. Habla del mundo poético del Alzheimer y tiene mucho chiste, porque descubre el momento presente. Parece no ubicarse, parece haber perdido algo esencial y, sin embargo, tiene algo distinto. En esta aparentemente pérdida de memoria, el corazón sigue latiendo en el presente.
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Pascal Quignard es un filósofo que ya está ahí desde hace mucho, pero que apenas ha llegado a mi existencia y leyéndolo de manera voraz. Es un ensayista de pedazos, es decir, no tiene un discurso monolítico de que ahí te va el choro, sino que piensa sobre ciertas cosas y se acuerda entonces de una anécdota o de un pensamiento y adquiere un giro lírico, un giro poético. Me gusta mucho esa manera de pensar. Siento que así mi cerebro funciona mejor, genera más cosas me hace el mundo más vivible.