Gilma Luque recomienda libros intensos y profundos
La autora mexicana habla sobre su novela ganadora del Premio Rosario Castellanos, "El hombre en el jardín", donde explora la memoria, el duelo y la identidad.

En esta entrevista, Gilma Luque nos invita a adentrarnos en su novela El hombre en el jardín, ganadora del Premio Internacional de Novela Breve Rosario Castellanos 2023, en la que enlaza su propia experiencia en la Ciudad de México con la ficción, para crear una interesante reflexión sobre la descomposición de los afectos, la identidad femenina y la reconstrucción personal ante las pérdidas. Además, recomienda libros intensos y profundos.
Videoentrevista con Gilma Luque

Una metáfora del desamor y la transformación
El hombre en el jardín plasma la historia de Inés y Emilio, una pareja que después de muchos años juntos ve cómo su relación llega a su punto final. En entrevista, Gilma Luque comparte que se trata de "una pareja que lleva muchos años juntos y se está acabando su relación. Entonces, él decide irse a vivir al jardín de la casa que habitan en la colonia Nápoles de la Ciudad de México, estilo californiano, muy vieja, heredada por los bisabuelos de ella. Y aunque a ella le parece un poco absurdo, lo permite".
Esta premisa aparentemente sencilla esconde una potente metáfora sobre el desamor y la extrañeza: "La idea es que ellos dos no se pueden comunicar. El hecho de que él se vaya al jardín es una metáfora de esos momentos en que una pareja se deja de amar, deja de reconocer al otro. Lo íntimo y cercano se vuelve extraño".
Luque profundiza en cómo este microcosmos de la ruptura se amplía con el contexto de una ciudad en radical transformación: "Alrededor de la casa están tirando otras de ese tipo y construyendo edificios. Entonces, hay muchísimo ruido, hay muchísimo polvo, es como un caos". Este paisaje de demolición y construcción refleja el mundo interior de la protagonista, creando un paralelismo entre la destrucción del entorno y la descomposición emocional.
La novela se convierte así en un viaje a través de la memoria de Inés, un regreso a una infancia marcada por el abandono pero también por el amor de sus abuelos, en un intento por rellenar los huecos de su identidad y encontrar, entre los escombros de su vida, la posibilidad de conquistarse a sí misma.
La vivencia personal detrás de la ficción
La semilla de la novela nació directamente de la experiencia vital de la autora en la Ciudad de México. Gilma Luque relata este origen: "Vivía en una casa justamente de la colonia Nápoles que habían convertido en departamentos y enfrente de esa casa donde yo vivía tiraron dos casas e hicieron otros edificios, entonces me tocó ver la demolición y luego la construcción, el ruido, entonces por ahí también tiene mucho que ver como que saliera esta historia".
El proceso creativo fue largo: "Empecé a escribir la novela más o menos por el 2018 y en el 2020 me dieron una beca, entonces me dediqué a escribirla. La terminé en el 2023, la mandé al Premio Internacional de Novela Breve Rosario Castellanos y lo gané".
Para la también autora de Hombres de poca fe (2010), Mar de la memoria (2013) y Los días de Ema (2016), las casas son una metáfora central de la identidad, una obsesión que recorre toda su obra: "He pensado que las casas son muy importantes para mí como una metáfora de uno mismo. En la novela digo en algún momento que la casa somos nosotros. Nos proyectamos en ella".
Esta conceptualización se desarrolla en El hombre en el jardín: "En este caso la casa es muy vieja y es una herencia. La casa de la playa que también le llega a la protagonista sin esfuerzos también está descuidada y llena de polvo. Es también una herencia. Lo que quiero decir es que uno se tiene que conquistar a sí mismo y tener lo propio, pero Inés todo el tiempo está viviendo de lo que alguien le ofreció: los abuelos y el padre".
La autora describe minuciosamente el deterioro paralelo entre la casa y la protagonista: "La casa va envejeciendo muchísimo, a la par de ella y de su relación con Emilio. Se vuelve tan vieja que empieza a crecer un fresno dentro de la casa, se llena de hormigas, se empiezan a ver las paredes con moho. La idea es eso, que se vea cómo las cosas se desgastan".
El jardín, por su parte, funciona como un espacio liminal donde coexisten lo vivo y lo muerto: "Del jardín me parecía importante convertirlo en una suerte de cementerio, de camposanto donde se va quedando todo lo que tuvieron. Ahí entierra las mascotas que ha tenido, ahí se pierde su tortuga, ahí entierra las cenizas de los abuelos y también ahí florecen muchas cosas. Ahí encuentra su gato, cuando es bebé". Este espacio se convierte en el corazón simbólico de la novela, un lugar de transformación donde lo familiar se convierte en extraño y la naturaleza reclama su espacio sobre lo doméstico.
El hombre en el jardín consolida la voz de Gilma Luque en la narrativa mexicana actual. Esta exploración de las pérdidas que nos constituyen y los espacios que habitamos nos sumerge en los constantes terremotos que configuran la existencia, las herencias familiares y la capacidad de reconstrucción desde los escombros de lo que fuimos.
Gilma Luque recomienda libros intensos y profundos
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Claus y Lucas, de Agota Kristof, es uno de mis libros favoritos. Kristof fue una escritora húngara que se exilió en Suiza y decidió escribir en francés, una lengua que no era la suya. Esto hizo que su prosa sea sencilla. Su escritura es de una gran claridad, con oraciones precisas que siguen la estructura casi elemental del sujeto, verbo, predicado, pero es justamente esa simplicidad lo que le permite crear atmósferas intensas y profundas. El libro está dividido en tres partes. La primera, El gran cuaderno, es absolutamente genial. Habla de dos gemelos que su madre lleva a casa de su abuela porque no puede mantenerlos. La abuela es representada como una bruja, no en un sentido fantástico, sino por su crueldad y brutalidad. La trama se centra en cómo los niños aprenden a sobrevivir en ese ambiente hostil. El libro es muy bueno y ella es muy buena escritora.
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Escenas de una vida de provincia es una trilogía autobiográfica de J.M. Coetzee que abarca su infancia, juventud y madurez. Coetzee es uno de mis escritores favoritos, me gusta mucho su estilo, que es un poco parco y profundo, le da vueltas a todas las situaciones morales, y en este habla sobre sí mismo y me pareció muy interesante. Es una lectura a la que recurro constantemente
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Marguerite Duras es una escritora que me gusta mucho. Sus libros, como El amante, me encantan, pero El dolor me parece un libro genial por su forma, porque es violento, es fuerte, es político, pero ella tiene un tono poético y un poco agresivo al decir las cosas, porque las dice de manera muy sincera y directa.
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Y eso fue lo que pasó, de Natalia Ginzburg, es una novela interesantísima porque empieza con la protagonista diciendo que mató a su esposo. O sea, da la revelación al inicio de la novela, sin embargo, todo lo que sucede para llegar ahí es lo que hace muy interesante a la novela, hasta se te olvida que mató al esposo en algún momento. Cómo la autora maneja esa situación, o sea, cómo deja un poco la trama en segundo lugar para llevarnos a otras situaciones, me gusta muchísimo.
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