Guillermina Pilgram recomienda libros inspiradores
La autora mexicana comparte detalles de su novela "Después de las mariposas" y habla sobre el poder sanador de la literatura.

En entrevista, Guillermina Pilgram nos habla de su primera novela, Después de las mariposas, una historia que oscila entre lo real y lo ficticio, entre el pasado y el presente. A través de las voces de Mariela Bauer y Jaime Quiroz, sus protagonistas, la autora explora temas universales como el amor perdido, la violencia, el duelo y la redención, utilizando como hilo conductor la inquietante metáfora de las mariposas negras. Además, recomienda libros inspiradores.
Videoentrevista con Guillermina Pilgram

Entre la vida y la muerte
La pregunta que abre Después de las mariposas (¿quién le abriría la puerta a un muerto?) no solo intriga, sino que encapsula la esencia de la novela: un relato sobre fantasmas del pasado que regresan para reclamar respuestas. Guillermina Pilgram construye un México de finales del siglo XX como escenario de vidas marcadas por decisiones trágicas y afectos truncados, como nos comparte en esta charla.
¿De qué trata Después de las mariposas?
Después de las mariposas es una novela basada en hechos reales que cuenta muchas historias, algunas reales y otras que son verdad. Me gusta ponerlo así porque habla de cosas que a todos nos han pasado.
Me gusta compartir, desde pequeña nunca me ha parado la boca. Me gusta hablar de emociones, compartirlas, y esta es una novela que habla de la condición humana. De lo que nos sucede todo el tiempo, de lo que nos duele, de lo que callamos y de lo que eventualmente tenemos que resolver.
Habla de la alegría, de la tristeza, de las grandes pasiones, de las obsesiones, de los dolores, del perdón. Y de cómo nos podemos transformar al final, de cómo la vida no es lo que te pasa, sino cómo te la cuentas.
Cuéntanos más de los personajes que conocemos en Después de las mariposas.
Vamos a conocer a Mariela Bauer, una mujer que aparece en el presente, pero también conoceremos su pasado, a su madre y a su abuela. Haremos un recorrido por las mujeres que preceden y tejen la personalidad que la define, su historia familiar y por qué es como es.
Todo esto es comprendido y narrado desde la voz de su mejor amigo, Jaime Quiroz, un personaje que aparece después de 23 años de haber desaparecido... porque él está muerto. A la alimón, estos dos personajes se cuentan: ella le cuenta su historia y él la suya. Ambos, en el presente, reconstruyen lo vivido.
Fue una época entrañable. Los ochenta en esta ciudad eran el despertar de algo nuevo para los jóvenes. La vida nocturna se transformaba, las casonas del centro se convertían en bares y antros. Lo que parecía derruido se volvía divertido, transgresor. Las discotecas ya no eran lo de antes; ahora explorábamos esos nuevos espacios, y la ciudad aún era segura.
Mariela y Jaime nunca tuvieron miedo de salir a divertirse. La música era genial y descubríamos nuevos sonidos en español. A mí me encantó retratar esa época, también a través de la música española, porque Mariela tiene una parte de su historia en Madrid, una ciudad que era un reventón total. En sus recuerdos, presente y pasado se mezclan con esas canciones que acompañan la novela, haciéndola divertida y entrañable. Porque también se recuerda una época a través de su música.
¿Cómo fue para ti conectar con este país y esta época?
Fue muy interesante, bien revelador, porque a finales del siglo XXI, siendo mujeres emancipadas y trabajadoras, seguimos cargando con códigos muy profundos. La verdad es que resulta fascinante sumergirse en las vidas de las mujeres que nos antecedieron, todas valientes, que en su momento y a su manera intentaron rebelarse contra ese yugo machista que sigue vigente.
Sigue vigente incluso en 2025, y hay que romperlo. Quienes tenemos hijos debemos recordárselo. Tengo dos hijos de 17 años y les digo: "Lean el libro. Es importante que conozcan a su bisabuela y abuela, cómo fueron víctimas de una sociedad y una cultura". Ellos ven a su abuelo, que sigue vivo, y les explico que él también se ha transformado, pero que, al igual que ellas, fue víctima de su educación. Yo misma fui víctima de una cultura en la que convertí una relación en algo muy enfermizo. Me costó trabajo deshacerme de un hábito, de un patrón adictivo hacia un macho alfa, donde mi valor dependía del de un hombre. Eso se aprende. Es un legado de generaciones anteriores de mujeres. No hablamos mal de un hombre, sino de un hábito cultural. Y eso hay que desaprenderlo.
Hay que dejar de normalizar el papel de víctima. Culturalmente, las mujeres nos hemos colocado en ese lugar, pero no tiene por qué ser así. Si estás en una relación que no funciona, levántate y vete. No hace falta hablar mal del marido o novio; simplemente aléjate. Hay que romper el patrón. Los hombres abusivos siempre existirán. La pregunta es cuánto quieres permanecer ahí. Hay que sanar el alma para salir de ese ciclo. Punto.
¿Cómo exploras la muerte y la vida en tu novela?
Utilicé la metáfora de las mariposas negras para desmitificar desde la primera página el tema de la mala suerte, del mal presagio o de lo que puede ser peor que la muerte.
Todo mundo le tenemos miedo a la mala suerte, porque puede traer una noticia más dura que enterarte de que alguien falleció. La primera página presenta ese mal augurio: las mariposas negras o un sobresalto de madrugada como indicios de desgracia. Y quien aparece en ese sobresalto es precisamente el amigo muerto. El tema de la muerte está presente desde el inicio. Yo trato de desmitificar ese miedo. Mariela es una transgresora del temor a la muerte.
Quizás porque me gusta enfrentar aquello que más temo y que más me ha sucedido. Siempre he creído que el miedo está presente, pero cuando lo enfrentas, desaparece. Cuando confrontas lo que evitas, eso deja de existir. El valiente no es quien no siente miedo, sino quien lo enfrenta. Cuando lo haces, el miedo se va. Ya estás lidiando con aquello que tanto temías, así que el temor desaparece. Por eso abordé la muerte desde la página uno: después, hablar de ella en toda la novela ya no resultó tan difícil.
Creo que la muerte está sobrevalorada, le tenemos demasiado miedo. Lo maravilloso de la escritura es que te puedes burlar de la muerte escribiendo sobre ella. Como puse en el epígrafe de Millás, a quien adoro como escritor: "Los vivos y los muertos nos hacemos señas desde las dos orillas". Es extraordinario hablar de la muerte desde ese lugar donde ya no le tienes miedo.
Trabajé mucho tiempo mis propias pérdidas antes de escribir. Si no las hubiera integrado y procesado, habría sido prácticamente imposible escribir esta novela. Sin embargo, para mí fue revelador y hermoso poder ordenarlo todo.
Heridas abiertas
Guillermina Pilgram imprime a la narración de su novela una profundidad psicológica que invita al lector a confrontar sus propias heridas. Las mariposas negras, símbolo de lo inevitable, vuelan sobre cada página recordándonos que, incluso en la oscuridad, hay espacio para la reconciliación. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a perdonar? ¿Qué peso tiene el pasado en nuestras vidas? Estas son algunas de las preguntas que resuenan tras leer su ópera prima.
¿Qué opinas de las terapias narrativas?
Escribir la novela fue una forma de poner en orden estas experiencias, más que terapéutico porque ya lo tenía muy trabajado. Fue hermoso porque disfruté mucho el proceso. Se trató de acomodar y organizar todo.
También tuve la intención -sin pretender dar consejos, porque soy enemiga de ellos- de compartir lo que aprendí. Me gustaría que alguien encontrara algo valioso en esas páginas, después de todo lo que le sucedió a Mariela Bauer, porque le pasaron muchas cosas y encontró la salida del laberinto.
Hay mucha ficción, pero también mucha realidad. Encontrar la salida tuvo su dificultad. Inspirar a otros fue un motivador para mí.
¿Es importante que los hombres lean la literatura escrita por mujeres, hoy?
Aunque es un libro que habla mucho a las mujeres, también les habla a los hombres. Tengo muchos amigos que lo han leído y les ha gustado mucho porque es un libro honesto que no victimiza, sino que desnuda a los personajes.
Mi marido fue mi gran lector, revisaba mis textos cada viernes antes de ir al taller. Me decía: "Me encanta que seas valiente, que más hombres lean esto, que nuestros hijos lo lean. No podemos seguir con este mismo engranaje. Hay responsabilidad de ambos lados".
Las jóvenes de hoy están mucho más conscientes. La novia de mi hijo de 16 años me dijo: "Ya leí tu libro, me parece genial". Las chicas de ahora tienen otro chip y eso me fascina. Para mujeres de mi edad es fuerte, pero ellas reaccionan: "Qué horror que te pasara eso". Hay un cambio real en el mundo, que es lo mínimo que debería estar sucediendo.
Para escribir la novela, conté con la generosidad y rigor de una gran maestra, Beatriz Rivas, quien me decía: "Tienes una buena historia, pero eso no garantiza una buena novela. Tendrás que esforzarte". Hubo talleres donde mis textos retrocedían porque, aunque tenía muy trabajados emocionalmente muchos momentos, me decían: "No conecta. Estás muy higiénica". Tuve que volver a abrir heridas para que el lector sintiera que yo ya había trascendido esos momentos. Fue un proceso creativo interesante, hermoso, y lo disfruté enormemente.
Guillermina Pilgram recomienda libros inspiradores
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Me remonto a este gran clásico, porque Cien años de soledad es lo más entrañable que hay. Gabriel García Márquez es el gran maestro de la literatura en español y la hacienda de mi protagonista, Mariela Bauer, es lo más parecido a Macondo, así que traté de recordar el realismo mágico en este libro.
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Mujeres de ojos grandes y Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta, me remonta a mi mamá y a la fuerza con la que las mujeres de Ángeles Se han repuesto a todos los avatares de su vida, y con gran humor se libran de toda cosa, incluyendo a un general Ascencio.
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En mi novela hago referencia de varios cuentos sufís de Idries Shah, como el de Fátima la hilandera. Son grandes historias milenarias de sabiduría.
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Recomiendo a Rosa Montero, con El peligro de estar cuerda, que es de sus libros más recientes, un ensayo novelado que habla de la creatividad que hay detrás de la aparente locura de las mujeres y más aún, de las mujeres creativas. Rosa tiene una pluma y un sentido del humor que no se pueden perder.
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La vida a ratos, de Juan José Millás, habla de la cotidianidad con un humor fantástico. Las carcajadas me han salvado en la vida, así que atesoro a los escritores con una gran capacidad de manejar un lenguaje con humor.