Jorge Alberto Gudiño Hernández

Lo que opina Jorge Alberto Gudiño Hernández
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Es el primer libro que leí, y lo he leído unas cuatro o cinco veces, en voz alta con mi hijo mayor y en voz alta con mi hijo menor. De hecho, ¡ya me cansé de leerlo! Me gusta mucho que Bastian Balthazar Bux se entera de cómo la realidad existe a partir de los libros y cómo es una parte esencial de lo que vivimos en este mundo.
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Me gustaba muchísimo la idea de que dos o tres personajes emprendieran algo que ahora ya sé que es el camino del héroe y acontecieran diversos episodios para llegar a encontrar las minas. También cómo se van metiendo en problemas que tienen que ir resolviendo sobre la marcha. La novela de aventuras es, en realidad, la que más nos interesa a los lectores, porque nos gusta que nos cuenten historias emocionantes en donde pasen cosas, haya problemas y se resuelvan.
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En mi adolescencia más tardía me enamoré de la idea de una literatura más propositiva y compleja, aunque la historia no fuera tan clara. Suena contradictorio, pero eso pasa como lector. Me entusiasmé con el boom latinoamericano, que sé que no ha envejecido tan bien, pero yo fui muy feliz leyendo Rayuela, yendo de atrás para adelante, saltando capítulos y todas esas cosas que proponía Cortázar. Tengo muchas Rayuelas. Con ella aprendí que uno debe divertirse al leer y al escribir.
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Siendo que es una novela escrita en italiano, vendió en sus años mucho más que cualquier libro en español. Me fascinó la idea del autor erudito, que todo lo sabe. Sigo pensando que Eco todo lo sabía; es de los últimos sabios de la historia, que se daba el lujo de encontrar un hueco en la narrativa e incluirlo tanto en la historia misma como en la Historia de las ideas. Es una genialidad.
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Hay cosas imposibles que aparentemente no se pueden hacer en la literatura. La película de Expiación es buena, pero no falta lo más importante del libro, que pasa en las últimas dos páginas. McEwan hace algo imposible. Lo leí varias veces, con asombro. Es un especialista en contar las emociones humanas y documentarse mucho sobre sus personajes complejos. Quisiera uno saber un poco de algo para lograr escribir un libro, y él parece lograrlo cada dos años.
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Les recomiendo Abel, la nueva novela de Alessandro Baricco, que vuelve al western. Todo el mundo está diciendo: Es que Baricco volvió al western después de siete años de no escribir novela. En realidad, en City ya tenía un western ahí metido, pero bueno, Abel es muy buena.
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Basilisco, de Jon Bilbao, ha sido para mí una gran revelación. Jon Bilbao es un autor español que escribe un western muy diferente. Así como el western de Baricco es superpoético, como lo es él, el de Bilbao tiene elementos metaficcionales y un cruce de género súper interesante.
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He leído varios libros de Ottessa Moshfegh y ahora leí McGlue, que está preso porque lo van a juzgar por un asesinato, y cuenta su historia como marinero el siglo XVIII. Ottessa suele meterse muy a fondo en los personajes, que son muy sórdidos. Tiene mucho encanto meterse a la mente de personajes sórdidos y muy maltratados por la vida. Tiene algo muy especial.
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A Sara Stridsberg la leí el año pasado, una novela que se llama La antártida del amor, que sucede en la parte de los hielos eternos de Noruega, donde una personaje tiene que caminar —porque parte en esquís— 40 kilómetros para llegar a su trabajo todos los días. Y ahí suceden unas cosas verdaderamente terribles... podría parecer policiaca, pero no es policial lo que sucede. Va más allá de cualquier investigación de la policía.
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Benjamin Labatut nos entusiasmó muchísimo con Un verdor terrible, y yo creo que Maniac es todavía mejor. En ella se habla tanto de inteligencia artificial como de John von Neumann, el sujeto que ayudó al desarrollo de la bomba nuclear junto con Oppenheimer y otros. Labatut hace cosas muy raras con sus novelas, porque son como un libro de divulgación científica, un ensayo y una novela al mismo tiempo. Eso es superinteresante.
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Uno de mis autores vivos favoritos es Ian McEwan. Su novela más reciente se llama Lecciones, y parte de un par de premisas. Una, es la de unas lecciones de piano, pero también está el asunto de una madre que decide voluntariamente abandonar a su hijo, porque él es un impedimento para su desarrollo profesional. Yo siempre lo he dicho: McEwan sabe cómo piensan las personas, y normalmente escoge personas con pensamientos muy raros para mostrarnos eso. Esta es una gran novela, como todas las suyas.