EL RECOMENDADOR DE LIBROS

Logo Milenio
Logo Librotea
Estantería

La riqueza literaria de la novela policiaca mexicana

La narrativa policiaca del norte del país redefine la novela negra con crudeza, autenticidad y una poderosa voz literaria.

La riqueza literaria de la novela policiaca mexicana. Imagen: Getty
La riqueza literaria de la novela policiaca mexicana. Imagen: Getty
Verónica Maza Bustamante Américas /

Durante décadas, el género negro fue un territorio dominado por las lluvias de Escandinavia y el cinismo de las calles estadounidenses. Sin embargo, en los últimos años, un foco narrativo de una intensidad abrasadora ha emergido desde el norte de México para reclamar su lugar en el mapa literario mundial. Aquí, un poco de la riqueza literaria de la novela policiaca mexicana.

Las nuevas fronteras de lo negro

Élmer Mendoza, apodado con justicia “el padrino de la novela negra mexicana”, fue el pionero. A través de su detective Edgar El Zurdo Mendieta, puso a Culiacán en el mapa literario y creó un modelo narrativo: un lenguaje híbrido, veloz, salpicado de coloquialismos sinaloenses y anglicismos, que refleja fielmente el ritmo y el espíritu de la región.

Mendoza no solo cuenta crímenes; disecciona una sociedad compleja, donde los límites entre el bien y el mal son tan difusos como el polvo del desierto. Su obra abrió la puerta para una generación de autores que vieron en el género negro el instrumento perfecto para explorar las tensiones de su entorno.


Tras él, una pléyade de talentos ha enriquecido y diversificado el panorama. Autores como los sonorenses Carlos René Padilla y César Gándara han profundizado en la construcción de personajes atormentados y en la psicología de una violencia que ha permeado todos los estratos sociales.

Padilla, narrador y periodista originario de Agua Prieta, Sonora, es una figura principal en la literatura negra del norte con una obra tan prolífica como versátil, que abarca novelas como Amorcito Corazón y Los crímenes de Juan Justino y Rodrigo Cobra, el celebrado y satírico Yo soy el Araña —ganador del Premio Nacional de Novela Negra—, y libros de cuentos como Bavispe, galardonado con el Premio José Fuentes Mares. Su incansable labor para difundir el género lo llevó a fundar el movimiento SoNoir, pilar esencial en la escena. 

Por otro lado, su coterráneo César Gándara ha forjado una carrera paralela entre la literatura —con obras como Escafandra, Luz de naranjos y el premiado Rebelión de los fanáticos— y la televisión de alto perfil, siendo co-creador de series aclamadas como Yankee (Netflix) y Un extraño enemigo (Amazon).

A sus aportes, se unen los de potentes voces femeninas que ofrecen perspectivas inéditas. La veracruzana Magali Velasco y la acapulqueña Iris García Cuevas, por ejemplo, no solo escriben desde el frente de batalla en la costa, sino que exploran las grietas sociales, la corrupción y la resiliencia humana. 

La primera, en su aclamada novela Cocodrilos, trasciende el género policiaco para erigir un potente acto de memoria y denuncia, ambientado en el Veracruz del sexenio de Duarte, donde un fotoperiodista busca la verdad tras el asesinato de su mentora, interpelando al lector sobre la impunidad y la violencia contra los periodistas. 

Cocodrilos

Cocodrilos

Magali Velasco Vargas
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Por su parte, Iris García Cuevas en 36 toneladas explora los terrenos de la memoria y la culpa a través de un hombre con amnesia que descubre ser vigilado por un asesinato, embarcándose en un viaje psicológico para reconstruir su pasado y las razones detrás de su acto.

36 Toneladas

36 Toneladas

Iris García Cuevas
Universidad Autónoma de Nuevo León

Una estética novedosa

La propuesta estética de esta escuela es inconfundible. El lenguaje no es un adorno, sino el corazón mismo de la narración. Es un idioma vivo, de tierras calientes, que captura la jerga de los bajos fondos y la cadencia de los diferentes acentos del país, creando un realismo sonoro que transporta al lector directamente al escenario. 

La construcción de los personajes huye de los arquetipos maniqueos. Aquí, los antihéroes son la norma: policías corruptibles, periodistas cínicos, mujeres que desafían su destino. Son personajes moldeados por un contexto de extrema presión, lo que les confiere una profundidad y una humanidad devastadoras.

La importancia de este fenómeno trasciende lo literario, logrando lo que pocas corrientes literarias regionales consiguen: ser leídas como espejos de una verdad incómoda, pero también como obras de un valor artístico indiscutible. Autores de otros países, como el estadounidense Don Winslow en su trilogía El cartel o el español afincado en el norte Imanol Caneyada, con Litio, han reconocido esta potencia, validando el magnetismo y la relevancia global de esta narrativa.

En definitiva, la novela negra ha dejado de ser una moda pasajera para consolidarse como una literatura de primera línea. Es un movimiento que, con imaginación y valentía ha tomado la tragedia de su realidad inmediata y la ha transformado en un arte universal, potente y profundamente humano.

Tags relacionados
  1. libros