Libros que no podrás soltar, por Pedro J. Fernández
"Yo, Sor Juana. Mujer volcán" es el nuevo libro del prolífico escritor, ingeniero y tarotista mexicano, del que aquí nos habla.

Pedro J. Fernández nos invita a adentrarnos en las entrañas de un mito en su nueva obra, Yo, Sor Juana. Más allá de la leyenda de la Décima Musa, el autor mexicano construye una voz íntima y poderosa que desafía los cánones de su época y reclama su lugar con una audacia contemporánea.
En esta entrevista, el autor desvela los secretos de su proceso para darle voz a este ícono de México —un ejercicio de empatía histórica y literaria— y comparte la visión detrás de la colección de biografías noveladas que publica con Océano, un proyecto que busca conectar a las nuevas generaciones con figuras fundamentales de nuestra historia a través de la emoción y la narrativa cercana. Además, recomienda libros que no podrás soltar.

La voz íntima de una Mujer volcán
En Yo, Sor Juana. Mujer volcán, Pedro J. Fernández emprende la audaz tarea de darle voz propia a uno de los íconos más grandes de la literatura y la cultura mexicana: Sor Juana Inés de la Cruz.
Lejos de la figura distante y sacralizada, nos presenta a una mujer de carne y hueso, con dudas, pasiones y una curiosidad insaciable que desafió los límites de su época. Esta biografía novelada es una inmersión íntima en el mundo de la Décima Musa, contada desde sus propios ojos en un ejercicio narrativo tan meticuloso como emotivo.
La novela comienza en los últimos días de Sor Juana, cuando una peste azota el convento de San Jerónimo y ella, sintiendo su muerte cercana, rompe la prohibición de escribir para narrar su propia vida, recorriendo así su infancia en Amecameca, su llegada a la Ciudad de México, su vida en la corte virreinal y sus complejas relaciones con figuras como su confesor Núñez de Miranda y las virreinas.
Fernández detalla que crear la voz narrativa de Sor Juana representó uno de los mayores desafíos del proyecto. "Quería que fuera cotidiana, pero que no perdiera lo barroco. Entonces me metí a lo que ella estudiaba y quería, y por eso tenía que haber referencias a la mitología greco-romana, pero también a la mística cristiana y al mismo tiempo a todo lo que estaba pasando", explica el autor. El resultado es una voz cargada de la esencia del barroco del siglo XVII, pero que mantiene una cadencia accesible para el lector contemporáneo. Este equilibrio, afirma, fue fruto de un intenso trabajo de "prueba y error" y de múltiples reescrituras, siempre con el objetivo de crear una prosa rica que no resultara distractora, un proceso que contó con el apoyo de su editora para pulir los detalles finales.
Uno de los aspectos más fascinantes que Fernández descubrió durante su investigación fue la poco conocida faceta de Sor Juana como cocinera y experimentalista culinaria. "Tenemos un libro de cocina atribuido a ella, que son recetas de la época que yo mismo he replicado para eventos personales y que son una cosa muy barroca, llena de azúcares y dulces de convento", relata. Para el autor, este legado gastronómico es fundamental para entender a la monja jerónima, ya que la cocina se convirtió en su laboratorio personal, un espacio meramente femenino dentro de un mundo misógino donde podía ejercer su curiosidad científica sin restricciones. "Ahí mezcla ingredientes, usa la yema y la clara y se pregunta: ¿Qué pasa si las mezclas? ¿Qué pasa si las cocinas separadas? ¿Qué pasa si se van a la manteca o a un almíbar?", comenta, destacando cómo este espíritu inquisitivo era el mismo que aplicaba a todos los campos del conocimiento. La famosa frase de Sor Juana —"si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito"— es, para Fernández, "una cachetada con guante blanco" que cuestiona la historia oficial y reivindica el valor de los saberes tradicionalmente femeninos.
Humanizar a la figura icónica fue una de las prioridades del autor. "Escribí a Sor Juana como una escritora, literal. A ella que le gustaban tanto los espejos, hice un espejo de ella", confiesa Fernández. Esto implicó mostrar no solo sus triunfos, sino también sus procesos creativos, sus dudas existenciales y sus inseguridades. "Tenemos versos de Sor Juana donde duda de su genio, duda de su trabajo, duda de si tiene importancia, a pesar de que era una mujer con fama. Eso es parte de lo que todos los escritores vivimos", reflexiona. Al incluir estos elementos, Fernández busca desacralizar a la monja, alejándose de la imagen estática de la pintura de Miguel Cabrera —"con la pluma en la mano, como si eternamente escribiera versos geniales todos los días"— para mostrar el trabajo arduo y el pensamiento profundo que hay detrás de cada línea.
El subtítulo "Mujer volcán" sintetiza a la perfección esta esencia dual: por un lado, su origen geográfico en las faldas de los volcanes de Amecameca, del cual siempre se sintió orgullosa, y por otro, su erupción creativa constante. "Ella se convierte en un volcán metafórico donde se alimenta de todas estas ideas: astronómicas, de mística cristiana, de cocina, de música, de filosofía... todo va dentro y de repente se mezcla y hace erupción en un verso", describe Pedro.
Sobre la vida sentimental de Sor Juana, Fernández adopta una posición cautelosa y respaldada por la evidencia histórica. "No me metí tanto de esa parte porque al final no tenemos nada que nos diga exactamente qué pasaba", aclara. Aunque reconoce los intensos versos que dedicó a la virreina, también recuerda que era una época en la que los poetas tenían "musas" o "ideales" que no necesariamente implicaban una relación romántica o sexual, citando como ejemplo a Dulcinea en El Quijote. "No sabemos si simplemente era Sor Juana imitando a Góngora o había algo más", concluye, señalando que la correspondencia personal más íntima de la monja se perdió, por lo que cualquier especulación queda en el terreno de la incógnita.
Más allá de los héroes y villanos
El libro de Sor Juana no es un proyecto aislado, sino parte de una colección más amplia con la editorial Océano en la que Pedro J. Fernández se ha propuesto un objetivo claro: desmitificar a las figuras históricas de México, alejándose de la hagiografía y la demonización para presentarlas en su dimensión humana más compleja y fascinante.
"Son biografías de personajes que yo siento que no se han humanizado lo suficiente o que no se les considera tan humanos en la cultura general", explica Fernández. Personajes como Porfirio Díaz o Emiliano Zapata, afirma, suelen ser encasillados como héroes o villanos en función de quien hable, perdiéndose así la riqueza de su humanidad detrás de idealizaciones extremas.
Su proyecto busca precisamente llenar ese vacío: "Quiero que sean personajes que nos cuenten en primera persona su vida, su tiempo, incluso la parte privada: si les costaba tomar ciertas decisiones, cómo eran con la familia o con los amigos". Para él, este enfoque es crucial para "ir más allá de los símbolos y de la iconografía" y entender a estos individuos en toda su complejidad. Pone como ejemplo a Zapata, cuya historia suele reducirse al periodo de 1910 a 1919, ignorando por completo los otros treinta años de su vida que también lo formaron y definieron.
La recepción de esta colección ha superado las expectativas del autor, conectando con un público extraordinariamente diverso. "Tengo lectores de todas las edades", comenta con satisfacción. Le sorprende especialmente ver adolescentes en sus presentaciones, ya que uno de sus objetivos al escribir era responder a la pregunta de "¿cómo me hubiera gustado conocer este personaje a su edad?".
También destaca a adultos de entre 30 y 40 años que "sienten que tuvieron una mala educación de historia" y encuentran en estos libros una forma de conectar con el pasado de una manera más amena y profunda, y a lectores mayores que buscan en sus páginas una nostalgia por los México de otros tiempos que añoran o que vivieron a través de películas y telenovelas históricas. Esta capacidad para tender puentes entre generaciones es, para Fernández, uno de los logros más gratificantes de su trabajo.
Respecto al futuro de la colección, el autor tiene claros sus próximos objetivos. "A mí me gustaría que el personaje que sigue sea Antonio López de Santa Anna", adelanta. La elección no es casual: después de abordar figuras más solemnes, siente que el carácter sarcástico, irónico y desenfadado de Santa Anna le permitirá un tono narrativo diferente. "Lo quiero escribir porque siento que me voy a reír y me lo voy a pasar bien", confiesa, aunque no ignora que también le generará "algunos corajes".
Tras Santa Anna, su mirada se dirigirá hacia otra figura muy demandada por el público: Pancho Villa. "Ha habido mucho interés por la historia de Pancho Villa", reconoce. Curiosamente, el éxito de Yo, Sor Juana también ha comenzado a generar peticiones para que la siguiente sea Frida Kahlo, una posibilidad que el autor contempla pero sobre la que no se ha decidido aún.
Para conocer las próximas presentaciones de Yo, Sor Juana. Mujer volcán —así como de su otra novedad, El juego de la silla: El ocaso del águila—, Fernández invita a seguir sus redes sociales bajo el usuario @pedroj86, donde anunciará su participación en eventos como la Feria Internacional del Libro de Monterrey y la FIL Guadalajara.
Libros que no podrás soltar, por Pedro J. Fernández
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Este año leí por primera vez Los tres mosqueteros, que es una lectura que había hecho en la adolescencia pero nunca terminé el libro. Me gustó mucho.
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A mí me gusta mucho Julio Verne, y no había leído Veinte mil leguas de viaje submarino. Me compré una edición ilustrada en la FIL del año pasado y me gustó mucho.
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Astrofísica para gente con prisa, del presentador de Cosmos. Me encantó porque habla de ciencia, sobre todo de astronomía, y siempre es bueno leer sobre el tema.
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Estoy leyendo El perfume, que no había leído en 15 años. Me acuerdo que mi mamá me dijo que percibía los aromas, y yo no lo hice antes, pero ahora sí. Es una muy buena relectura.
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Siempre recomiendo mi libro favorito, Charlie y la fábrica de chocolates, porque siento que a Roald Dahl se le ubica como escritor infantil, pero tiene todo un lado adulto que es maravilloso.
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Vi la película de Cónclave y me gustó, así que me di a la tarea de leer el libro. Ya sé en qué termina, pero igual me tiene muy picado.