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Fábricas de lectores: la misión compartida de las ferias del libro

Especial Fábricas de lectores: la misión compartida de las ferias del libro

Verónica Maza Bustamante Américas /

En un mundo cada vez más interconectado, las ferias del libro son puentes fundamentales para la circulación de ideas, el intercambio cultural y la dinamización de la industria editorial. 

Estos eventos, lejos de ser simples mercados, constituyen ecosistemas complejos donde convergen autores, editores, libreros y, sobre todo, lectores, tejiendo una red global que sustenta y vitaliza la cadena del libro. Su importancia trasciende lo comercial para convertirse en termómetros de la vitalidad cultural de las naciones y en plataformas para el diálogo internacional.

La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires es un ejemplo paradigmático de este fenómeno, pues se prepara para conmemorar su aniversario número 50 en 2026. Ezequiel Martínez, su director general, compartió en entrevista para Librotea en el marco de la Feria del Libro de Frankfurt, que este hito representa una oportunidad para exhibir la tradición acumulada y, simultáneamente, para innovar. 

La feria argentina está inmersa en un proceso de renovación de su identidad visual y de sus plataformas digitales, con el objetivo declarado de explorar nuevas tecnologías y propuestas inmersivas que acerquen la literatura a los lectores. 

Un interés particular se centra en el público juvenil, lo que ha llevado a la implementación de estrategias específicas para acreditar y facilitar la cobertura de booktubers, instagramers y tiktokers, reconociendo que estos creadores emplean un lenguaje y canales diferentes a los del periodismo tradicional.

Con una duración excepcional de veintiún días, de los cuales diecinueve están abiertos al público general, la feria de Buenos Aires se define como un evento masivo que recibe más de un millón de visitantes. 

Martínez destaca que su lema histórico, "del autor al lector", se materializa en el encuentro directo y movilizador entre ambos. Una encuesta reciente revela que el ochenta por ciento de los asistentes son visitantes recurrentes, lo que indica la fidelización de un público que incorpora la cita en su calendario cultural anual. 

La programación se ha ido enriqueciendo con el tiempo, incorporando secciones dedicadas a docentes, bibliotecarios, lenguas originarias, diversidad sexual y accesibilidad, demostrando una capacidad de adaptación a las demandas sociales. Su carácter privado, gestionado por una fundación que agrupa a las cámaras del libro, le otorga, en palabras de Martínez, una independencia significativa.

Para la edición que celebra sus cinco décadas de vida tendrá un pabellón dedicado al aniversario "con muestras, exposiciones y homenajes que le harán las ferias del mundo más importantes, como la de Frankfurt, Guadalajara, Madrid, Bogotá, el Hay Festival, Centroamérica Cuenta, Festival Gabo... somos todas ferias amigas que queremos ser una fábrica de lectores, cada una con sus propias características. Estamos en la de Frankfurt, que es una feria más enfocada en los editores y el mercado editorial y de negocios, pero también hay ferias mixtas y la de Buenos Aires tiene el acento puesto en el público", explica Ezequiel.

Y como bien lo indica, en el panorama global, la Feria del Libro de Frankfurt se presenta como el epicentro indiscutible del negocio editorial internacional. Marifé Boix García, su vicepresidenta, la describe como una feria con un perfil marcadamente internacional, donde alrededor del setenta por ciento de los expositores son extranjeros. Esta feria alemana pero global experimenta una constante evolución para reflejar los cambios del mercado, reconfigurando sus espacios y flujos. 

En los últimos años creó áreas específicas para géneros de gran auge, como la literatura Young Adult y el romance, aunque planea reintegrarlos a los pabellones generales para fomentar la mezcla de géneros. Un indicador de su vitalidad comercial es el crecimiento constante del Centro de Agentes Literarios, que requerirá un espacio mayor en futuras ediciones.

El mundo árabe y el mexicano

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara se ha consolidado como el evento más importante en español y el segundo a nivel mundial. Funciona simultáneamente como un gran mercado editorial para Iberoamérica y como un festival cultural de enorme envergadura. 

Su capacidad para reunir a cientos de miles de personas, incluyendo a autores de renombre internacional, y su papel como plataforma de debate académico y de fomento de la lectura, le valieron el reconocimiento de Guadalajara como Capital Mundial del Libro por la UNESCO en 2022. Su impacto económico y turístico es un testimonio más de la relevancia multifacética de estos eventos.

Por su parte, la Feria Internacional del Libro de Monterrey evidencia un crecimiento sostenido. Para su edición número 33, expandió su superficie en un treinta por ciento y reubicó sus auditorios para mejorar la experiencia del público. La elección de Colombia como Invitado de Honor en 2025 respondió a la potencia literaria de ese país y a los vínculos culturales y demográficos con la región norte de México. .

Un caso que ilustra la expansión global de estos fenómenos es la Feria Internacional del Libro de Sharjah, en los Emiratos Árabes Unidos. Según Jorge Brianza, quien colabora con la Sharjah Book Authority, se trata de la feria más importante del mundo árabe, con más de dos mil expositores de cien países. 

Entrevistado también en Frankfurt, compartió que su estructura incluye una Publishers Conference de tres días, dedicada exclusivamente a negocios y matchmaking entre editores internacionales, con un programa de apoyo a la traducción que financia acuerdos entre cualquier par de lenguas. 

Brianza resalta el profesionalismo de la organización y su receptividad a establecer colaboraciones. La autoridad de Sharjah también ha desarrollado iniciativas como una ciudad dedicada a la industria editorial con beneficios fiscales y una agencia literaria propia, demostrando una apuesta estratégica integral por el sector. La presencia de editores latinoamericanos y la traducción de autores de la región al árabe son, para Brianza, señales de un creciente interés e intercambio.

Un caso muy interesante que demuestra el poder de estos encuentros basados en los libros es el de La Feria Internacional del Libro Culiacán, que celebró a principios de noviembre su tercera edición. En este caso, la feria busca no solo visibilizar el aporte literario de la región en el plano nacional, sino también fortalecer el sentido de identidad y pertenencia local, lo cual aporta a la reconstrucción del tejido social de un municipio que ha estado marcado por la violencia y el narcotráfico.

Con una programación que priorizó de manera fundamental el fomento a la lectura en el público infantil y juvenil, la FIL Culiacán teje alianzas locales e internacionales para posicionarse como un espacio donde la comunidad puede reconocerse y proyectarse a través de las letras.

Este respaldo social se reflejó en una asistencia que superó expectativas: 126 mil visitantes este año, cifra que, además, dejó una derrama económica superior a los 70 millones de pesos en la ciudad. El alcalde Juan de Dios Gámez Mendívil, principal promotor del encuentro, destacó que la respuesta ciudadana fue determinante para el éxito del evento.

En general, las ferias del libro generan una derrama económica monumental a nivel global. Por ejemplo, un estudio de la consultora Prognos AG para la Feria de Fránkfurt calcula su impacto en alrededor de 740 millones de euros por edición. En el mundo hispanohablante, la FIL de Guadalajara genera una derrama aproximada de 4,000 millones de pesos mexicanos, según estudios de la Cámara de Comercio local y la Universidad de Guadalajara. Otras ferias, como la de Madrid, reportan impactos de 24 millones de euros en estudios encargados a consultoras especializadas.

Estos datos, provenientes de informes económicos específicos encargados por las propias ferias a firmas como Prognos o AFI Analistas Financieros Internacionales, y de cámaras de comercio, demuestran que estos eventos son poderosos motores económicos. La derrama se compone del gasto en hospedaje, transporte, alimentación, servicios profesionales y la venta directa de libros, beneficiando sustancialmente a las ciudades y regiones que las albergan.

Más allá de sus particularidades –ya sea el enfoque masivo y público de Buenos Aires, el carácter esencialmente comercial de Frankfurt, la dimensión festivalera de Guadalajara o el modelo de negocio impulsado institucionalmente en Sharjah–, todas las ferias comparten un objetivo fundamental: conectar. Conectan autores con lectores, editores con mercados, culturas con culturas. 

Son espacios donde se negocian derechos, pero también donde se crean puentes. Son, en esencia, laboratorios de la diversidad cultural y motores de una industria que tiene en la lectura su razón de ser y su horizonte. En un contexto de transformaciones digitales y desafíos globales, las ferias del libro reafirman su papel como infraestructuras críticas para la circulación de la palabra y el sostenimiento de un ecosistema literario plural y vivo, como veremos en unos días en la siempre esperada FIL de Guadalajara, que dará comienzo el sábado 29 de noviembre. 

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